martes, 21 de junio de 2016

Ricardo Sumalavia prosa breve para muchas lecturas




Por Winston Orrillo

“Retrato de familia”

“Convocó a todos los artistas de mayor reconocimiento en su país para realizar un retrato de todos ellos juntos./ Por supuesto nadie asistió./ No obstante, el retrato quedó maravilloso y universal”.
R.S.

El epígrafe nos permite ingresar  a uno de los vericuetos a los que más nos lleva su autor, Ricardo Sumalavia (Lima, 1968): se trata de la ironía y la sorpresa, esa capacidad de nuestro creador para llevarnos de la mano y, de pronto, dejarnos en el vacío; ese saber que sabe que nos deleitará pero, a la vez, nos hará sentir una sensación de vacío existencial (digo, es un decir) que, generalmente, nimba las breves e intensas prosas de este libro que vendría a ser el sexto entre sus cuentos y novelas.


Lo más relevante, a nuestro juicio, es que Sumalavia aparece como un autor que escribe con una facilidad que, a la vez, nos permite discurrir por su obra sin mayores problemas, pero, una vez en ella, las vertientes que se abren son inexhaustibles.

La aparente donosura de sus estancias, no es sino eso: aparente. Porque detrás, o al lado mismo, el soplo de un ramalazo metafísico mueve nuestros cabellos y, no pocas veces, eriza nuestra piel.
Este es lo que, de un modo u otro, llamaríamos su estilo sui generis:

“Su presencia divina finalmente me cegó. Ahora solo me resta confiar en mi ferviente tacto”

No se halla su trabajo, alejado del manejo de una sutil ironía, como cuando nos encontramos con su “Hiperrealismo”:

“Para qué perder tanto tiempo, se dijo el artista, antes de colgar a sus modelos directamente en la pared de la galería.”
O en esta página que puede despertar la histeria de nuestras amigas feministas:

“Las mujeres son”

“Eran cuatro las macetas que la mujer tenía sobre su balcón. Cada una la adquirió durante los embarazos de sus respectivas cuatro hijas. Ya habían transcurrido diecisiete años desde la última maceta.
Las cuidaba como correspondía: agua, vitaminas, no excederse con la luz solar y esos detalles que fue aprendiendo y perfeccionando mientras les hablaba y les agradecía por tener una vida fresca y duradera. No como las otras”. 

La poesía de esta prosa es paradigmática y, precisamente, es ella –la lírica- la que tachona y hace trascendentes muchas –la mayoría- de las páginas de este libro que es un buen presente para gourmets:

“Decepción”

“Para las nubes queda perfectamente claro que los seres humanos somos lentos y aburridos. Y de las formas que vamos adoptando, ni se diga”.

Es así como aparecen estas “Variaciones dentro del tranvía”, dedicadas, no por casualidad, lo sospechamos, al inolvidable Pepe Adolph:

1./Una muchacha, probablemente china, dormía de pie dentro de un tranvía atestado de gente. El tranvía estaba en marcha. Los sueños también./ 2. Una muchacha –hagamos la corrección, se trataba de una española de Bilbao-, dormía de pie dentro de un tranvía atestado de chinos. El tranvía estaba en marcha. Los sueños también./3. Cuando tomé la mano de la muchacha, los chinos desaparecieron, el tranvía desapareció, y yo otro tanto”.

Este libro de prosas breves, que demanda muchas lecturas, constituye, por el momento, el non plus ultra de Ricardo Sumalavia, tanto que, al final de él, nos proporciona una suerte de poética del microrrelato, que, guardando las distancias con la de Horacio Quiroga para el cuento per se, permite, al cada vez mayor número de  practicantes de esta actualísima ruta de la prosa de ficción, saber qué terrenos están pisando.

Porque, la verdad, como que el microrrelato está medio de moda, pero hay cada esperpento…: y la razón es explicable. Muchos piensan que, escribir poco, es no emplear mayor esfuerzo, cuando es todo lo contrario, pues, lo que Ricardo señala como la condición movible de este tipo de textos es que “pueden ser leídos como microrrelatos, poemas, sentencias, aforismos o, si viene en gana, textos sagrados…”

El curriculum vitae de nuestro autor, Doctor en Letras por la Universidad de Burdeos, director del sello Ediciones Pedernaly responsable de la Colección Underwood y la Colección Orientalia de la PUCP, nos garantíza que nos hallamos frente a todo un joven maestro que, con cada obra, nos permite adentrarnos en los meandros de su talento creativo que, aún, tiene mucho por ofrecernos.

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