sábado, 28 de febrero de 2015

Matilde Gamarra Rivero en sus "grandes almacenes", un buen debut narrativo



Por  Winston Orrillo

Se trata, Grandes almacenes (Grupo Editorial Arteidea, 2014) del primer libro en prosa de Matilde Gamarra Rivero, quien hasta el momento había publicado, con relevante aceptación  cuatro poemarios, y, por lo pronto, ya anuncia su primigenia novela: Los límpidos colores.
Ella, sanmarquina neta –titulada en docencia en la especialidad de Lengua y Literatura- amén de la lírica y la narración, asimismo ejerce el periodismo y la docencia para la que estudiara.

Nacida en Lima (en los Barrios Altos, de donde procede, asimismo, este cronista) ella hace un tiempo reside en Miraflores, pero las raíces se hallan en esa zona tradicional y entrañable de nuestra Metrópoli, un tanto venida a menos por los consiguientes problemas socioeconómicos, pero que, a pesar de ello, mantiene una personalidad  sui géneris; la que se trasunta en este libro que, por momentos, tiene un sabor de elegía o de una suerte de proustiana “A la recherche du temp perdu”.

Por ello, particularmente para quien esto escribe, fue un periplo deleitoso acompañar a la autora y sus peculiares personajes por su discurrir en la Gran Ciudad Invadida y Destruida, pero que, aquí y acullá, mantiene un encanto, una exudación que  Matilde no deja de transmitirnos, con una prosa tachonada de nostalgia y de tratamiento entrañable del tema de esa Lima que se fue hace ya bastante tiempo.

Sus personajes más relevantes Yésika, Léider, Rosamary y, particularmente, Claudito, son como evanescencias de un territorio asendereado por una vida que fue, pero que, en algunos aspectos, particularmente en los que la autora nos presenta, persiste.
Bares, restoranes, calles, jirones, plazas, iglesias, avenidas: todo fluye lleno de una vida que la narradora sabe iluminar con el carácter entrañable de su prosa y de su punto de vista.

Equivocadamente, se consigna en la contra carátula que se trata de cuatro cuentos: en realidad, Grandes Almacenes y Mi mamá se llamaba Elenita, pueden ser novelas breves o relatos, como se quiera. Pero su dimensión escapa, largamente, a la extensión de un cuento y, sobre todo, a su estructura.

Grandes almacenes, el texto que da título al volumen, narra la historia de Yésika, una muchacha de origen humilde que socialmente sube al aprovechar de su belleza, con una actitud que tiene mucho de reivindicación y de cobrarse lo que la vida le hiciera a ella. El relato se sustenta en la narración de las vicisitudes de aquélla, junto con una suerte de monólogo interior donde se nos va dando la clave del porqué Yésika es como es, lo que devino en  la resultante de su arribismo inverecundo.

En  fin, creo que es un personaje polémico, según la perspectiva desde la que se le vea. Esperemos otros comentarios.

Algo que nos fascina en el libro es el lenguaje coloquial del que la autora hace gala, y que ayuda, enormemente, a que la lectura sea placentera: “…desde que te conocí te agarré un camote, hijito…” “Así que Yésika, sin proponérselo, sin ir a gimnasio alguno, solamente con aceptar cuando le proponían chacachaca, podía lucir una silueta ideal, fashion, propia de una ejecutiva que anhela continuar escalando posiciones en la empresa…”

En la pimera pieza narrativa, la que da título al libro, es preciso anotar la sutil crítica a la deshumanización del trabajo en estos “grandes almacenes” que no son otros que el espejo de los malls que proliferan hogaño.

En cuanto a las técnicas, la autora las usa libremente: la ubicua tercera persona, en la figura del narrador omnisciente, y los monólogos interiores, así como el cruzamiento de los puntos de vista de sus personajes.

Es particular, sin embargo, la estructura de “Mi mamá se llamaba Elenita” que es una suerte de incoercible monólogo interior que intenta reproducir el caótico  pensamiento del protagonista, Claudito, que no separa nada y todo lo entrevera. Su aventura existencial, sin embargo, queda bien delimitada: desde la cumbre hasta el abismo en que concluye: y todo por culpa –él quiere así hacérnoslo saber- de una madre no un poco tonta sino “muy tonta”, que no aceptó la propuesta del padre del protagonista para que éste viva con él, lo tenga su cargo, mientras que, a su lado –al lado de ella- le hace pasar la mar y morena a Claudito Apéstegui-Fernández Castillejo que, de propietario de unas hectáreas en la selva, acaba durmiendo en un coche abandonado del que pasa, directamente al botadero.

“Historias de gatos” me llevó al equívoco de pensar que trataría de mis adorados mininos, pero no era sino la narración de las aventuras “techeras” de los protagonistas que, por otro lado, nos muestran una de las vigentes realidades más significativas de hoy: la vida en las otrora casonas del Centro de Lima, hoy tugurizado y convertidas en una suerte de conventillos.

Matilde Gamarra Rivero, pues, debuta  con muy buen pie en la prosa de ficción, lo cual nos hace esperar, con ansiedad, su anunciada novela.

lunes, 23 de febrero de 2015

¿Dónde está mi libro señor Aníbal Cueva García?


Mi libro 150 POEMAS DE AMOR fue, aparentemente, lanzado el 24 de enero de 2014, en el marco de un viernes literario, en el restaurante Savarín.

Se trataba de una publicación del sello A.F.A. editores que dirige don Alfonso Cueva Sevillano, amigo mío desde hace mucho tiempo, y del que Ud. su hijo, es Director editorial.

Se me entregó, como adelanto de mis derechos, algunos ejemplares -se supone que debían ser 100 si la tirada era, como dice en el volumen, de 1000 ejemplares.

Se comentaba que el 14 de febrero de ese año debía ser, por su temática, un éxito de ventas.

Pero la sorpresa mayúscula es que el libro no ha circulado. No se le encuentra en librería alguna.

Hice averiguaciones mediante un escritor amigo, y me dijo que habían habido problemas con la Biblioteca Nacional y su respectivo Registro.

Traté de comunicarme con ud. pero no me daba cara. Hasta que, motivado por unas publicaciones que hice en mi facebook, ud apareció y me dijo que, para la primavera iba circular. No me dijo de qué año porque en el 2014, asimismo, no se pudo ver el libro en ningún local.

He hecho uso de la mejor paciencia y buena voluntad, pero el misterio del libro desaparecido continúa.

Invoco a mi gran amigo d. Alfonso Cueva Sevillano para que ponga orden en su sello, de Contumazá 1060, Lima, 1.

Uno, por las presentes circunstancias, puede pensar lo peor. 

A lo que me niego. Y aun  le doy la oportunidad de que haga  ud circular el libro,. si es que lo ha publicado, se entiende... y no ha sido una pantomima, a las librerías respectivas y, por cierto, se me complete la entrega de mis derechos de autor..

Pensé que este pasado 14 de Febrero, como por arte de magia, aparecieran mis 
150 poemas de amor.

Pero nada.

Cumplo con hacer esta manifestación que, sin duda, es una grave llamada de atención al señor Aníbal Cueva García para que cumpla, con más seriedad, sus compromisos con la lectura y el lector peruanos.

Lo contrario sería un fraude. Y no creo que usted ande en eso.



Muy atentamente,


Dr. Winston Orrillo

domingo, 22 de febrero de 2015

Gladys Basagoitia Dazza renace cada aurora

Por Winston Orrillo

“,,,salgo del dolor si bien sabiendo/ que implacable improviso   
inesperado/ regresará/ no obstante nunca podrá quitarme/
el amor a la vida.”
“Amo vivir/ el pecho dilatado/ por la belleza”.
                                   GBD

La intensa, conmovedora belleza del último libro de la poeta peruana Gladys Basagoitia Dazza, Aurora del renacer (FaraEditore, 2014: texto bilingüe: italiano-español) nos conduce no sólo al inefable goce estético, elemento sine qua non en toda gran poesía, sino que, a la vez, nos lleva a una suerte de camino existencial, en el que la lirida –sin esforzarse demasiado- nos da, casi a cada momento, lecciones vitales y una suerte de exorcismos contra la muerte y los dolores que, por otra parte (lo sabemos por su periplo existencial) son sus más cercanas y fraternas compañías.

La muerte la ronda irrefragablemente, y ella la exorciza con textos de tan sutil belleza como este que transcribimos: Vuelo: luz de tristeza alada/ parto de la conciencia/ dejar atrás todo dolor/ la muerte es tan  solo vuelo/ sacra morada/ de infinitos astros”.

El enjundioso prefacio del gran crítico italiano y latinoamericanista, Antonio Melis, concluye que GBD en la última parte de su libro (pero nosotros aplicaríamos esto al volumen entero) ha encontrado una forma de aceptación serena (del tema de la muerte), pero siempre a partir de una sensación de plenitud”. De este modo, tenemos que su “fe poética en el futuro vence a la misma muerte”.

El leitmotiv del poemario que reseñamos es el tema de la aurora que se renueva cada día y que, por encima de cualesquiera circunstancias, nos conduce a una vida que debemos afrontar con la mayor serenidad, malgrado los sinsabores naturales y las pérdidas y dolores que pueden –y en su caso es así- dilacerarnos,  pues no solo se trata de los “físicos” sino de las muertes de las que se ve adobada una existencia vivida intensamente.

Pues, de repente, en ese luego, que apenas columbramos, se halla lo que andábamos buscando, persiguiendo. Y esto es lo que nos sugiere en esa joyita que es su texto denominado, precisamente “Después: y cuando se apague tu respiro/ morirán contigo las preguntas/ quizá sabrás al fin/ que no existen respuestas/ o todo el misterio/ se volverá revelación”.

Una de las claves para acercarnos, aun más, a esta poesía singular, es acceder a sus maestros, los que podemos reconocer en los epígrafes que emplea, como el de Deng Min Dao, quien dice (sintomáticamente, si comparamos la poética de Gladys): “Reconocer lo precioso de las cosas cotidianas. Y conservar nuestra gratitud por lo hermoso y por lo feo de la vida”.(Cursivas nuestras).

Por ello, en las diferentes estancias que hallamos en el volumen, siempre está ese sentimiento irrefragable de la invicta aurora, esa búsqueda de una poética que se imbrique con el afán, permanente, de bella sobrevivencia:”Vive al alba/ sonríe generosa/ canta la vida”. O ”Una crisálida/ al fin de su existir/no muere: ¡vuela!” ( estos poemas son algunos de sus haikus, agrupados en la sección “Centellas”)

Ya el maestro Melis ha señalado las fuentes entrañables de la poética de nuestra autora, como el culto a la naturaleza y su continuo renovarse: “Es el ejemplo ofrecido por la `la fe en el futuro de los pájaros/ cuando construyen sus nidos´ o el sueño que nos permite “resistir las agresiones diarias de la realidad”.

Elemento esencial en el poemario que reseñamos, como sigue anotando A.M., es la permanente búsqueda que la autora hace de “diferentes registros estilísticos, buscando nuevos caminos parea expresar su mundo íntimo”.

Ya hemos hablado de las Centellas, pero asimismo, GBD nos sorprende con unas Antipoesías, que no son un mimetismo de las del centenario chileno, N. Parra,  sino una suerte de comunicarnos, al margen de la retórica ad usum, hechos concretos de la realidad cotidiana que, por qué no, son también parte de la vida de los vates.  Igualmente Momentos, en su depuración, anticipa las ya citadas Centellas, haikus o poemas telegráficos, que registran intuiciones y, a veces, devienen en verdaderas preseas líricas. Finaliza el volumen con La vida de mi tiempo, donde se da el cara a cara con la muerte, a la que vence por el uso impertérrito de su poetizar cada vez más diáfano y victorioso frente a la adversidad, con la que, inclusive, se permite hacer uso de un humor sui generis, como en el poema “Señora Muerte”.

Por momentos nos viene a la memoria el agonista unamuniano  el que viene del agon griego, que significa lucha: porque eso es lo que Gladys hace, permanentemente: luchar contra la adversidad –transparentada en la muerte del hijo adorado y de algunas entrañables colegas, así como de las innúmeras dolencias físicas-; no obstante esto, y para completar la imagen global de la autora, no faltan, en ella, rasgos de humor como, precisamente, sobre el tema del amor, en su singular poema “Querido príncipe”: rehíce mis pasos/exhalaste rencor/ quebraste la copa// en tus grandes ojos/ en tu mirada ausente/ veo el sapo de ayer/ mi querido príncipe”,  O en el texto 42 de “Centellas”: “Llega del lago/ un cantar bufonesco:/ fiesta de ranas”.

Nuestra autora es bióloga de profesión, vive en Italia hace varios quinquenios y, en su trayectoria literaria, tiene más de media docena de entrañables textos, varios de ellos con merecidos galardones  como Peces ebrios (Premio Arguedas del Perú), Aguafuerte (Targa del Parlamento Europeo- Premio Anguillara Sabazia, 2004), Réverie (Premio Nouve Scrittrici, 2005), Danza inmóvil (Premio Ciudad de Marineo, 2011) o el reciente Océano de luz (Fara, 2013, Premio Camaiore Internazionale, 2014). Ha escrito, igualmente, narrativa, con renombrado éxito y asimismo premiada. Además,  es una reconocida traductora  del español al italiano y viceversa.

Julio Benavides y una nueva antología de narración

Por Winston Orrillo

Como primera entrega conmemorativa del cuarto año de vida del joven y pujante sello, Vicio Perpetuo. Vicio Perfecto, su director, el poeta y narrador Julio Benavides, ha lanzado La nueva ola, una selección de 33 autores de cuentos, casi todos peruanos, pero con algún nombre foráneo. 


El volumen pertenece a la serie Narrativa, Colección Bicentenario, y tiene, como todos los que él publica,  gran calidad editorial,  muy bella presentación, y su característica de ser un volumen caleidoscópico, que no solo ofrece nombres con obra consagrada –como los de Eduardo González Viaña, Jorge Díaz Herrera, Ricardo Sumalavia,  Cronwell Jara, Paco Moreno, Maynor Freire, Mario Guevara Paredes, Jorge Luis Roncal , Eduardo Arroyo y Samuel Cavero Grimaldi, entre varios otros- sino que nos permite dar un vistazo a los que, recién iniciados, ya apuntan, con sus trabajos, a escalar posiciones hasta las antologías de consulta obligatoria.

En el libro que reseñamos hay de todo: desde un lenguaje francamente poético (el de Díaz Herrera), las referencias al dilacerado Perú de la década de la violencia (vid los relatos de Paco Moreno o Pedro López Ganvini), hasta la incursión en los meandros de “la Lima que se va” –o ya se fue hace rato- en el texto  “Vamos a  jironear”, de nuestro conocido y plural, Eduardo Arroyo Laguna.

Uno de los temas que más sobresalen es el de las reminiscencias de la etapa escolar y de la recién abandonada infancia, vigente en textos como los de Jorge Luis Roncal “La Promo”, o en el excelente de Mario Guevara Paredes, “Patrick”, y,  asimismo, en “La moneda”, de Luis Fernando Cueto, o el de Javier Gonzalo Bernal Aguedo, “Mi ropa de domingo” y  “Mi amigo Aldo”, de  Héctor Rosas Padilla.

Mas, también encontramos profundizaciones en el misterio, una cala en el suicidio del autor de Por quién doblan las campanas (imprescindible cuento de C. Jara Jiménez), un poco de terror, con el surrealismo adobado, en “La duquesa en el castillo”, de Maynor Freire o “Abril”, de Pedro Carlos Vargas Nalvarte; hasta arribar, aunque parezca mentira,  al cuento de Diana Lizeth Benites Meneses y su “El regreso del conde” , que es, nada más y nada menos, que el conocido y espeluznante Conde Drácula, chupasangre, paradigma de la oligarquía peruana, por decirlo de un modo edulcorado.

Otro acierto de esta antología es la inclusión de los nombres femeninos, que tanta presencia tienen en la literatura peruana ad usum.

Así, acá tenemos a  Maia  Brisa del Mar, Lourdes Mendoza Neyra, Viviane Schul,  Patricia Guisse y la ya mencionada Diana Lizeth Benites.

Muy relevante el cuento del colega ecuatoriano, médico anestesiólogo,  Patricio Domingo Guzmán.

Otra virtud del libro que reseñamos, es que arremete contra el odioso centralismo capitalino, e incluye textos de autores de Ayacucho, Arequipa, Huancavelica, Cusco,  Caraz,  Cañete, Chimbote, Cajamarca, Piura, La Libertad, el Callao, entre otros puntos del vasto territorio nacional.

Asimismo, los autores no todos provienen del venero de los estudios literarios, sino que los hay  de Bellas Artes, Electrónica, Sociología, Lingüística, Arqueología, Medicina, Administración, aunque –suena obvio- hay varios que profesan el bienamado Periodismo.

Los temas son igualmente plurales, desde el fútbol, los sueños (o pesadillas), la vida sórdida de los sectores marginales, los paisajes provincianos,  el amor y sus inevitables frustraciones,  el advenimiento del Apocalipsis, la ludopatía (en el texto de Julio Benavides), etc. etc.

Como colofón queremos manifestar que, no una sino muchas antologías –como ésta- son necesarias para difundir la obra de nuestros prosistas, la que , por otro lado, cada vez alcanza más relevancia.

Nos parece una gran iniciativa de la Editorial “Vicio perpetuo. Vicio perfecto” , al lanzar selecciones tan plurales y necesarias como la que llegó, ahora mismo, a nuestro escritorio.

Y, además, muy bien que se ponga la obra de los consagrados junto a la de los bisoños: esto les enseñará mucho a los nuevos narradores, y servirá, asimismo, para hacer más ubérrimo el panorama de la prosa de ficción que no por gusto, sea como fuere,  ya nos ha dado un Premio Nobel.

Pilar González Vigil; Lala, la sin pies y el poder de los sueños.


Literatura no sólo para niños. 


Por Winston Orrillo


Lala la sin pies, sin pies, sin pies,
Es la valiente que soñó una vez,
Y ahora es Lala la mariposa, posa, posa,
Que vestida de alas su sueño goza”.
PGV


La clave del nuevo libro de nuestra reconocida y joven escritora Pilar González Vigil se halla en la posibilidad, diríamos mejor, en la necesidad de llevar a cabo nuestros sueños.

La historia de Lala, la Sin-piés combina contenido y continente: la edición es bellísima, una obra de arte de Mascapaycha Editores, con sobresalientes ilustraciones de Natalí Sejuro Aliaga, en un formato totalmente congruente para la lectura no solo infantil.

En medio de una atronadora tormenta selvática, mama ciempiés cuida a sus huevitos, a los que cubre con su cuerpo, hasta que el artero viento le “roba”, uno que, felizmente, había quedado sobre una hoja de helecho; mientras tanto, los otros 32, estaban saliendo de sus cascarones, menos el que se había perdido en la tormenta.

Sin embargo, este, en medio de la natural angustia materna, demoraba en dar señales de romperse, hasta que, a la mañana siguiente, se abrió su cascarón “como una flor”. Aquí relevamos el lenguaje poético de la autora, el mismo que resulta congruente con la obra misma que, así, deviene en una suerte de poema en prosa, pleno de cánticos y versos que, seguramente, harán las delicias de sus lectores.

Así, los hermanitos se dan cuenta que ésta era una cimpecita rosadita, pero sin patitas: ni una sola y, en cambio, estaba toda llena de pelos, “con unos ojos grandes y pestañones”, a la que la mamá la llamara “Lala”. Pero los hermanitos no perdían ocasión para la chanza, y la llamaban “la Sin-piés” y le cantaban a sus espaldas “Lala, la sin pies, sin pies, sin pies,/ ¡cuidado con los traspiés”.

En fin Lala, singular como era, no se avenía a los rudos juegos y competencias de sus hermanos, y prefería la compañía materna, pero ésta quería que, de todos modos, ella se integrara con sus hermanos, que no la aceptaban en ninguno de sus equipos de juego, lo que, lógicamente, angustiaba a aquélla que quería: como ellos, ser igual.

Hasta que la madre le explicó que ella era diferente, especial, y que esto no tenía por qué volverla triste; lo cual Lala aceptó a regañadientes.

Pero, al llegar la noche, y con su espíritu soledoso, se puso a ver la única montaña que se elevaba desde su bosque: y a ella le confió su pena, hasta que se quedó dormida, luego de tanto llorar. Felizmente que la madre la encontró y con una mantita de hojas secas la protegió para que no cogiera catarro.

Al día siguiente, Lala despertó con una inabarcable sonrisa: su sueño había sido que trepaba a la montaña y llegaba a su cima, lo cual produjo el escarnio de uno de sus hermanos que cuestionó el que una “sin-piés” pudiera trepar la montaña.

Mamá intervino, entonces, en defensa del sueño de Lala, quien le comunicó que iba a intentar subir a la montaña…para, desde lo más alto, verlo todo.

Mas los sueños no se realizan solos: Lala lo intuyó y, entonces, empezó su arduo trabajo para intentar cumplir su sueño. Es bueno anotar, acá, que ni siquiera su bienamada madre, creyó en la posibilidad de la realización de lo planificado por Lala, que, mientras tanto, se preparaba arduamente: cada día aumentaba el número de centímetros que podía avanzar, mientras recolectaba comida para su gran expedición. Ni qué decir que los hermanos eran un continuum de burlas, de escarnio, a lo que ésta no hacía caso, mientras miraba la cima de la montaña y continuaba su entrenamiento.

Aquí está –me parece- el meollo de la lección que nos da la maestra y artista Pilar González Vigil: no es que los sueños sueños son, sino que ellos, para convertirse en realidad, requieren un denodado, heroico esfuerzo, incluso, como en el presente caso, a pesar de las advertencias de la madre, la que le indicaba a Lala que “ningún ciempiés ha intentado subir a una montaña.” A lo que ésta le respondía, precisamente con sus palabras, en el sentido de que ella era “especial”, “diferente”. Pero la madre alegaba que “por eso mismo no puedo dejar que te hagas daño”.

Pero Lala, ya, estaba decidida: su sueño tenía que hacerse realidad porque lo sentía allí, adentro. Y, en efecto, nada podría detenerla. Aceptó los naturales consejos de su progenitora, y, con el corazón que le latía “con fuerza…levantó su mochila…y se enrumbó diciendo: -Preciosa montañita, allá voy!”

Sin embargo, el viaje no estuvo exento de riesgos, como haberse cruzado con unos guacamayos que podían haberla “desayunado”.; con lo que recordó las sabias advertencias de su madre en el sentido de que no hable con “extraños”. Mas, luego, vino la lluvia, la soledad y el agotamiento de las provisiones, pues también había sido avisada de no comer “plantas raras”.

Llegó, entonces, la lluvia y Lala “por primera vez” se sintió sola en la montaña; pero tenía que continuar su camino “con la barriga rechinándole de hambre”, hasta que acaeció la noche y el cansancio todo se le vino de golpe, pero antes de “entrar en el sueño profundo…logró contemplar lo más alto de la montaña” ¡Había llegado! ¡Su sueño se había cumplido!

Más adelante, una mariposa azul brillante se posó frente a la mamá ciempiés. Qué hermoso ser, pensó ella: siempre había admirado las mariposas, pero ésta le sonreía y lucía unas pestañas larguísimas…como las de su hija Lala.
Entonces, ella le dijo “-Mami, soy yo, Lala. Vengo volando desde lo alto de la montaña. La vista es mágica”.

Se trataba, pues, de una suerte de montaña mágica, donde la pequeña Lala, en realidad una oruga de mariposa, formó un capullo o crisálida, y luego se transformó, y salió “como un ser majestuoso de alas escarchadas”, de lo que resultó que “Lala sin pies era,/ Lala con alas soy”

Y empezó a contarle a su progenitora sobre la montañita a la que ella subió, que “no está sola” Y los riachuelos, asimismo. Y los seres especiales que abundan: ¡solo hay que saber reconocerlos!.

Porque Lala había hecho posible lo imposible, y por eso su historia se cuenta, debe contarse a todo los niños, y al final del relato no hay que dejar de preguntarles: “¿Y tú, con qué sueñas?”.

Por eso el libro-objeto deja, al final, un espacio para que todos los lectores puedan, allí, contarnos cuál es su sueño.

Pilar González Vigil es licenciada en Psicología Educativa, tiene dos maestrías internacionales en Neurociencia Cognitiva, en la Universidad de Maastricht, Holanda, y en Educación, en la Universidad de Estocolmo, en Suecia.

Su producción creativa viene siendo incoercible.