domingo, 29 de noviembre de 2015

Oscar Araujo y su León Fanfarrón


Incluido en el estupendo Plan Lector, y publicado por el Fondo Editorial Cultura Peruana, que dirige el poeta Jorge Espinoza Sánchez, acaba de aparecer El león fanfarrón, nuevo texto de Óscar Araujo León (lima, 1951), conocido por sus libros propios: La noche del murciélago (1998), Los ojos de la araña (2004) y La agonía de Nuria (2014); así como por sus estupendas –y polémicas idem para todas las antologías- Como una espada en el aire: Generación Poética del 60 (2000) y Cuentos peruanos. Generación del 80 (2004).

domingo, 4 de octubre de 2015

Wiener siguió el ejemplo del Amauta


Seguramente ningún elogio le hubiera gustado más, a nuestro Raúl Wiener, que la comparación con el Amauta, en cuya casa, por otro lado se llevó a cabo su multánime velatorio. Porque, en efecto, las dos citas que, a modo de epígrafes, hemos escogido, señalan dos directrices entrañables de la Acción Escrita –frase de Genaro Carnero Checa- de nuestro compañero, de nuestro camarada, que acaba de tomarse solamente un descanso en su lucha incesante para hacer que el Perú sea peruano, y no esa tienda de multiproductos, adonde solo pueden acceder los que tienen cómo adquirirlos. La llamada “globalización” no ha sido sino una forma más de desperuanizar a nuestra patria entrañable, ahíta hogaño de elementos foráneos que minimizan la raíz “telúrica y magnética” del Perú eterno.

jueves, 10 de septiembre de 2015

Eduardo Arroyo celebra y exorciza al tiempo


Celebración del tiempo (1965-2015), Poesía, Colección Péndulo de Arena, de Ediciones Vicio Perpetuo, Vicio Perfecto,  es la nueva colección en que se agrupa  la obra incoercible (nada menos que medio siglo) de quien no solo trabaja el verso, sino que ejerce el periodismo ensayístico y, a la vez, como infatigable animador cultural, tiene varios, múltiples despachos semanales.

sábado, 8 de agosto de 2015

Winston Orrillo, 50 años de poesía


Por Diario UNO el julio 20, 2015  

En 1965 ganó el II Concurso “El Poeta Joven del Perú”. Miles de versos después, nos recibe en su departamento en La Calera bien enchompado. Este invierno llegó tan tarde que ya nadie lo esperaba.“Este es un frío aprista, traicionero”, bromea. Acaba de publicar “Poemas desconcertados” y sabe que sus lectores no han nacido todavía.

miércoles, 29 de julio de 2015

Escorzo de Carlos Zúñiga Segura



En el buen sentido de la palabra bueno…” 
Antonio Machado


Por Winston Orrillo

No sabía si ponerme a comentar cada uno de los inúmeros libros que el renombrado poeta y editor publica con regularidad asombrosa, pero luego me decidí, mejor, a hacer –a intentar hacerle- un retrato literario que tratara de presentar su vera efigie de escritor y de animador de la cultura literaria en nuestro difícil medio. 

viernes, 3 de abril de 2015

Poema: Día del Antiimperialismo Bolivariano


Por Winston Orrillo

Ha sido un 9
De marzo, cuando el
Imperio nefando,
Amenazó al
Mundo entero
Al difamar
A la Patria
De Bolívar (que
Es mi Patria).

Fue, pues, un
9 de marzo
Cuando el macaco
(el Obama: que
Perdonen los macacos)
Se contoneó 
     Espabilado
Y se declaró ya víctima
De la Patria
De Bolívar (que
Lo repito
Es mi Patria).

Mas a Obama
Como bumerán
En la cara 
le ha estallado
tan semejante
brulote.

El orbe
Le ha respondido 
Con el apoyo
A Maduro:
Presidente e indeleble
Chavista hasta
La entretela.

El problema
Es, camaradas,
Que Chávez 
Vive y
Prosigue
Su prometeica
Lucha, sus
Paradigmáticas
Lides
Que son caudal
Trepidante 
Para las nuevas
Victorias
Que amanecen
En América.

Y este 
Mal ejemplo –es
obvio- no
le conviene
al imperio
y a su voraz
apetito.

Gracias, pues,
Nefario 
Obama:
Con tu dislate
Has logrado
Unirnos más
En las luchas
Hasta 
La final 
Victoria.


La Calera, Lima, Perú, 2 abril 2015

lunes, 23 de marzo de 2015

"César Vallejo ha muerto". Por Winston Orrillo


Por Winston Orrillo. Poema "César Vallejo ha muerto" dedicado a Alejandro Romualdo. Lima,
Marzo 2015. Este poema fue escrito en los años setenta, y es una cuestión humorística sobre la cantidad de congresos internacionales, y como hoy día, a quien vivió una vida muy austera y precaria, Vallejo, se le honra y se le hace congresos y demás simposios. 

sábado, 21 de marzo de 2015

Elegia anticipata alla mia gatta

Elegía anticipada a mi gata 

Traducción de Gladys Basagoitia D.
Poemas del libro "Poesía Esencial" de Winston Orrillo


Traduzione di Gladys Basagoitia D.
Dalle Poesie del libro "Poesía Esencial" di Winston Orrillo

Elegia anticipata alla mia gatta


Perché mi
 devi morire,
    micia mia?

Perché non
 ascolto sempre
   le tue dolci fusa
     come quelle 
        d’adesso,
            aligere
              e veloci, 
                  stella
                    mia.

La mia gatta
   è una poesia
.    di quelle
        che si dicono
          solamente
            in silenzio..

Le piacciono
   le carezze
    e il lieve
        verso
           ascolta.

E dorme 
  come un ghiro
     mentre vede
       che le scrivo.

E adesso
  sta sognando
    in un cielo 
       di gatti
         dove non ci siano
             cispe che intorbidiscano
                le nuvole

(e lei dimora
accanto a me,
contenta
gatta mia).
  
(Pag. 88)

Poema "Mujer ciclón"




Este poema para muchos es uno de los mejores que he escrito, "Mujer ciclón", pertenece a mi libro "Poesía Esencial" publicado por "Ediciones Vicio Perpetuo Vicio Perfecto" de Julio Benavides.

sábado, 28 de febrero de 2015

Matilde Gamarra Rivero en sus "grandes almacenes", un buen debut narrativo



Por  Winston Orrillo

Se trata, Grandes almacenes (Grupo Editorial Arteidea, 2014) del primer libro en prosa de Matilde Gamarra Rivero, quien hasta el momento había publicado, con relevante aceptación  cuatro poemarios, y, por lo pronto, ya anuncia su primigenia novela: Los límpidos colores.
Ella, sanmarquina neta –titulada en docencia en la especialidad de Lengua y Literatura- amén de la lírica y la narración, asimismo ejerce el periodismo y la docencia para la que estudiara.

Nacida en Lima (en los Barrios Altos, de donde procede, asimismo, este cronista) ella hace un tiempo reside en Miraflores, pero las raíces se hallan en esa zona tradicional y entrañable de nuestra Metrópoli, un tanto venida a menos por los consiguientes problemas socioeconómicos, pero que, a pesar de ello, mantiene una personalidad  sui géneris; la que se trasunta en este libro que, por momentos, tiene un sabor de elegía o de una suerte de proustiana “A la recherche du temp perdu”.

Por ello, particularmente para quien esto escribe, fue un periplo deleitoso acompañar a la autora y sus peculiares personajes por su discurrir en la Gran Ciudad Invadida y Destruida, pero que, aquí y acullá, mantiene un encanto, una exudación que  Matilde no deja de transmitirnos, con una prosa tachonada de nostalgia y de tratamiento entrañable del tema de esa Lima que se fue hace ya bastante tiempo.

Sus personajes más relevantes Yésika, Léider, Rosamary y, particularmente, Claudito, son como evanescencias de un territorio asendereado por una vida que fue, pero que, en algunos aspectos, particularmente en los que la autora nos presenta, persiste.
Bares, restoranes, calles, jirones, plazas, iglesias, avenidas: todo fluye lleno de una vida que la narradora sabe iluminar con el carácter entrañable de su prosa y de su punto de vista.

Equivocadamente, se consigna en la contra carátula que se trata de cuatro cuentos: en realidad, Grandes Almacenes y Mi mamá se llamaba Elenita, pueden ser novelas breves o relatos, como se quiera. Pero su dimensión escapa, largamente, a la extensión de un cuento y, sobre todo, a su estructura.

Grandes almacenes, el texto que da título al volumen, narra la historia de Yésika, una muchacha de origen humilde que socialmente sube al aprovechar de su belleza, con una actitud que tiene mucho de reivindicación y de cobrarse lo que la vida le hiciera a ella. El relato se sustenta en la narración de las vicisitudes de aquélla, junto con una suerte de monólogo interior donde se nos va dando la clave del porqué Yésika es como es, lo que devino en  la resultante de su arribismo inverecundo.

En  fin, creo que es un personaje polémico, según la perspectiva desde la que se le vea. Esperemos otros comentarios.

Algo que nos fascina en el libro es el lenguaje coloquial del que la autora hace gala, y que ayuda, enormemente, a que la lectura sea placentera: “…desde que te conocí te agarré un camote, hijito…” “Así que Yésika, sin proponérselo, sin ir a gimnasio alguno, solamente con aceptar cuando le proponían chacachaca, podía lucir una silueta ideal, fashion, propia de una ejecutiva que anhela continuar escalando posiciones en la empresa…”

En la pimera pieza narrativa, la que da título al libro, es preciso anotar la sutil crítica a la deshumanización del trabajo en estos “grandes almacenes” que no son otros que el espejo de los malls que proliferan hogaño.

En cuanto a las técnicas, la autora las usa libremente: la ubicua tercera persona, en la figura del narrador omnisciente, y los monólogos interiores, así como el cruzamiento de los puntos de vista de sus personajes.

Es particular, sin embargo, la estructura de “Mi mamá se llamaba Elenita” que es una suerte de incoercible monólogo interior que intenta reproducir el caótico  pensamiento del protagonista, Claudito, que no separa nada y todo lo entrevera. Su aventura existencial, sin embargo, queda bien delimitada: desde la cumbre hasta el abismo en que concluye: y todo por culpa –él quiere así hacérnoslo saber- de una madre no un poco tonta sino “muy tonta”, que no aceptó la propuesta del padre del protagonista para que éste viva con él, lo tenga su cargo, mientras que, a su lado –al lado de ella- le hace pasar la mar y morena a Claudito Apéstegui-Fernández Castillejo que, de propietario de unas hectáreas en la selva, acaba durmiendo en un coche abandonado del que pasa, directamente al botadero.

“Historias de gatos” me llevó al equívoco de pensar que trataría de mis adorados mininos, pero no era sino la narración de las aventuras “techeras” de los protagonistas que, por otro lado, nos muestran una de las vigentes realidades más significativas de hoy: la vida en las otrora casonas del Centro de Lima, hoy tugurizado y convertidas en una suerte de conventillos.

Matilde Gamarra Rivero, pues, debuta  con muy buen pie en la prosa de ficción, lo cual nos hace esperar, con ansiedad, su anunciada novela.

lunes, 23 de febrero de 2015

¿Dónde está mi libro señor Aníbal Cueva García?


Mi libro 150 POEMAS DE AMOR fue, aparentemente, lanzado el 24 de enero de 2014, en el marco de un viernes literario, en el restaurante Savarín.

Se trataba de una publicación del sello A.F.A. editores que dirige don Alfonso Cueva Sevillano, amigo mío desde hace mucho tiempo, y del que Ud. su hijo, es Director editorial.

Se me entregó, como adelanto de mis derechos, algunos ejemplares -se supone que debían ser 100 si la tirada era, como dice en el volumen, de 1000 ejemplares.

Se comentaba que el 14 de febrero de ese año debía ser, por su temática, un éxito de ventas.

Pero la sorpresa mayúscula es que el libro no ha circulado. No se le encuentra en librería alguna.

Hice averiguaciones mediante un escritor amigo, y me dijo que habían habido problemas con la Biblioteca Nacional y su respectivo Registro.

Traté de comunicarme con ud. pero no me daba cara. Hasta que, motivado por unas publicaciones que hice en mi facebook, ud apareció y me dijo que, para la primavera iba circular. No me dijo de qué año porque en el 2014, asimismo, no se pudo ver el libro en ningún local.

He hecho uso de la mejor paciencia y buena voluntad, pero el misterio del libro desaparecido continúa.

Invoco a mi gran amigo d. Alfonso Cueva Sevillano para que ponga orden en su sello, de Contumazá 1060, Lima, 1.

Uno, por las presentes circunstancias, puede pensar lo peor. 

A lo que me niego. Y aun  le doy la oportunidad de que haga  ud circular el libro,. si es que lo ha publicado, se entiende... y no ha sido una pantomima, a las librerías respectivas y, por cierto, se me complete la entrega de mis derechos de autor..

Pensé que este pasado 14 de Febrero, como por arte de magia, aparecieran mis 
150 poemas de amor.

Pero nada.

Cumplo con hacer esta manifestación que, sin duda, es una grave llamada de atención al señor Aníbal Cueva García para que cumpla, con más seriedad, sus compromisos con la lectura y el lector peruanos.

Lo contrario sería un fraude. Y no creo que usted ande en eso.



Muy atentamente,


Dr. Winston Orrillo

domingo, 22 de febrero de 2015

Gladys Basagoitia Dazza renace cada aurora

Por Winston Orrillo

“,,,salgo del dolor si bien sabiendo/ que implacable improviso   
inesperado/ regresará/ no obstante nunca podrá quitarme/
el amor a la vida.”
“Amo vivir/ el pecho dilatado/ por la belleza”.
                                   GBD

La intensa, conmovedora belleza del último libro de la poeta peruana Gladys Basagoitia Dazza, Aurora del renacer (FaraEditore, 2014: texto bilingüe: italiano-español) nos conduce no sólo al inefable goce estético, elemento sine qua non en toda gran poesía, sino que, a la vez, nos lleva a una suerte de camino existencial, en el que la lirida –sin esforzarse demasiado- nos da, casi a cada momento, lecciones vitales y una suerte de exorcismos contra la muerte y los dolores que, por otra parte (lo sabemos por su periplo existencial) son sus más cercanas y fraternas compañías.

La muerte la ronda irrefragablemente, y ella la exorciza con textos de tan sutil belleza como este que transcribimos: Vuelo: luz de tristeza alada/ parto de la conciencia/ dejar atrás todo dolor/ la muerte es tan  solo vuelo/ sacra morada/ de infinitos astros”.

El enjundioso prefacio del gran crítico italiano y latinoamericanista, Antonio Melis, concluye que GBD en la última parte de su libro (pero nosotros aplicaríamos esto al volumen entero) ha encontrado una forma de aceptación serena (del tema de la muerte), pero siempre a partir de una sensación de plenitud”. De este modo, tenemos que su “fe poética en el futuro vence a la misma muerte”.

El leitmotiv del poemario que reseñamos es el tema de la aurora que se renueva cada día y que, por encima de cualesquiera circunstancias, nos conduce a una vida que debemos afrontar con la mayor serenidad, malgrado los sinsabores naturales y las pérdidas y dolores que pueden –y en su caso es así- dilacerarnos,  pues no solo se trata de los “físicos” sino de las muertes de las que se ve adobada una existencia vivida intensamente.

Pues, de repente, en ese luego, que apenas columbramos, se halla lo que andábamos buscando, persiguiendo. Y esto es lo que nos sugiere en esa joyita que es su texto denominado, precisamente “Después: y cuando se apague tu respiro/ morirán contigo las preguntas/ quizá sabrás al fin/ que no existen respuestas/ o todo el misterio/ se volverá revelación”.

Una de las claves para acercarnos, aun más, a esta poesía singular, es acceder a sus maestros, los que podemos reconocer en los epígrafes que emplea, como el de Deng Min Dao, quien dice (sintomáticamente, si comparamos la poética de Gladys): “Reconocer lo precioso de las cosas cotidianas. Y conservar nuestra gratitud por lo hermoso y por lo feo de la vida”.(Cursivas nuestras).

Por ello, en las diferentes estancias que hallamos en el volumen, siempre está ese sentimiento irrefragable de la invicta aurora, esa búsqueda de una poética que se imbrique con el afán, permanente, de bella sobrevivencia:”Vive al alba/ sonríe generosa/ canta la vida”. O ”Una crisálida/ al fin de su existir/no muere: ¡vuela!” ( estos poemas son algunos de sus haikus, agrupados en la sección “Centellas”)

Ya el maestro Melis ha señalado las fuentes entrañables de la poética de nuestra autora, como el culto a la naturaleza y su continuo renovarse: “Es el ejemplo ofrecido por la `la fe en el futuro de los pájaros/ cuando construyen sus nidos´ o el sueño que nos permite “resistir las agresiones diarias de la realidad”.

Elemento esencial en el poemario que reseñamos, como sigue anotando A.M., es la permanente búsqueda que la autora hace de “diferentes registros estilísticos, buscando nuevos caminos parea expresar su mundo íntimo”.

Ya hemos hablado de las Centellas, pero asimismo, GBD nos sorprende con unas Antipoesías, que no son un mimetismo de las del centenario chileno, N. Parra,  sino una suerte de comunicarnos, al margen de la retórica ad usum, hechos concretos de la realidad cotidiana que, por qué no, son también parte de la vida de los vates.  Igualmente Momentos, en su depuración, anticipa las ya citadas Centellas, haikus o poemas telegráficos, que registran intuiciones y, a veces, devienen en verdaderas preseas líricas. Finaliza el volumen con La vida de mi tiempo, donde se da el cara a cara con la muerte, a la que vence por el uso impertérrito de su poetizar cada vez más diáfano y victorioso frente a la adversidad, con la que, inclusive, se permite hacer uso de un humor sui generis, como en el poema “Señora Muerte”.

Por momentos nos viene a la memoria el agonista unamuniano  el que viene del agon griego, que significa lucha: porque eso es lo que Gladys hace, permanentemente: luchar contra la adversidad –transparentada en la muerte del hijo adorado y de algunas entrañables colegas, así como de las innúmeras dolencias físicas-; no obstante esto, y para completar la imagen global de la autora, no faltan, en ella, rasgos de humor como, precisamente, sobre el tema del amor, en su singular poema “Querido príncipe”: rehíce mis pasos/exhalaste rencor/ quebraste la copa// en tus grandes ojos/ en tu mirada ausente/ veo el sapo de ayer/ mi querido príncipe”,  O en el texto 42 de “Centellas”: “Llega del lago/ un cantar bufonesco:/ fiesta de ranas”.

Nuestra autora es bióloga de profesión, vive en Italia hace varios quinquenios y, en su trayectoria literaria, tiene más de media docena de entrañables textos, varios de ellos con merecidos galardones  como Peces ebrios (Premio Arguedas del Perú), Aguafuerte (Targa del Parlamento Europeo- Premio Anguillara Sabazia, 2004), Réverie (Premio Nouve Scrittrici, 2005), Danza inmóvil (Premio Ciudad de Marineo, 2011) o el reciente Océano de luz (Fara, 2013, Premio Camaiore Internazionale, 2014). Ha escrito, igualmente, narrativa, con renombrado éxito y asimismo premiada. Además,  es una reconocida traductora  del español al italiano y viceversa.

Julio Benavides y una nueva antología de narración

Por Winston Orrillo

Como primera entrega conmemorativa del cuarto año de vida del joven y pujante sello, Vicio Perpetuo. Vicio Perfecto, su director, el poeta y narrador Julio Benavides, ha lanzado La nueva ola, una selección de 33 autores de cuentos, casi todos peruanos, pero con algún nombre foráneo. 


El volumen pertenece a la serie Narrativa, Colección Bicentenario, y tiene, como todos los que él publica,  gran calidad editorial,  muy bella presentación, y su característica de ser un volumen caleidoscópico, que no solo ofrece nombres con obra consagrada –como los de Eduardo González Viaña, Jorge Díaz Herrera, Ricardo Sumalavia,  Cronwell Jara, Paco Moreno, Maynor Freire, Mario Guevara Paredes, Jorge Luis Roncal , Eduardo Arroyo y Samuel Cavero Grimaldi, entre varios otros- sino que nos permite dar un vistazo a los que, recién iniciados, ya apuntan, con sus trabajos, a escalar posiciones hasta las antologías de consulta obligatoria.

En el libro que reseñamos hay de todo: desde un lenguaje francamente poético (el de Díaz Herrera), las referencias al dilacerado Perú de la década de la violencia (vid los relatos de Paco Moreno o Pedro López Ganvini), hasta la incursión en los meandros de “la Lima que se va” –o ya se fue hace rato- en el texto  “Vamos a  jironear”, de nuestro conocido y plural, Eduardo Arroyo Laguna.

Uno de los temas que más sobresalen es el de las reminiscencias de la etapa escolar y de la recién abandonada infancia, vigente en textos como los de Jorge Luis Roncal “La Promo”, o en el excelente de Mario Guevara Paredes, “Patrick”, y,  asimismo, en “La moneda”, de Luis Fernando Cueto, o el de Javier Gonzalo Bernal Aguedo, “Mi ropa de domingo” y  “Mi amigo Aldo”, de  Héctor Rosas Padilla.

Mas, también encontramos profundizaciones en el misterio, una cala en el suicidio del autor de Por quién doblan las campanas (imprescindible cuento de C. Jara Jiménez), un poco de terror, con el surrealismo adobado, en “La duquesa en el castillo”, de Maynor Freire o “Abril”, de Pedro Carlos Vargas Nalvarte; hasta arribar, aunque parezca mentira,  al cuento de Diana Lizeth Benites Meneses y su “El regreso del conde” , que es, nada más y nada menos, que el conocido y espeluznante Conde Drácula, chupasangre, paradigma de la oligarquía peruana, por decirlo de un modo edulcorado.

Otro acierto de esta antología es la inclusión de los nombres femeninos, que tanta presencia tienen en la literatura peruana ad usum.

Así, acá tenemos a  Maia  Brisa del Mar, Lourdes Mendoza Neyra, Viviane Schul,  Patricia Guisse y la ya mencionada Diana Lizeth Benites.

Muy relevante el cuento del colega ecuatoriano, médico anestesiólogo,  Patricio Domingo Guzmán.

Otra virtud del libro que reseñamos, es que arremete contra el odioso centralismo capitalino, e incluye textos de autores de Ayacucho, Arequipa, Huancavelica, Cusco,  Caraz,  Cañete, Chimbote, Cajamarca, Piura, La Libertad, el Callao, entre otros puntos del vasto territorio nacional.

Asimismo, los autores no todos provienen del venero de los estudios literarios, sino que los hay  de Bellas Artes, Electrónica, Sociología, Lingüística, Arqueología, Medicina, Administración, aunque –suena obvio- hay varios que profesan el bienamado Periodismo.

Los temas son igualmente plurales, desde el fútbol, los sueños (o pesadillas), la vida sórdida de los sectores marginales, los paisajes provincianos,  el amor y sus inevitables frustraciones,  el advenimiento del Apocalipsis, la ludopatía (en el texto de Julio Benavides), etc. etc.

Como colofón queremos manifestar que, no una sino muchas antologías –como ésta- son necesarias para difundir la obra de nuestros prosistas, la que , por otro lado, cada vez alcanza más relevancia.

Nos parece una gran iniciativa de la Editorial “Vicio perpetuo. Vicio perfecto” , al lanzar selecciones tan plurales y necesarias como la que llegó, ahora mismo, a nuestro escritorio.

Y, además, muy bien que se ponga la obra de los consagrados junto a la de los bisoños: esto les enseñará mucho a los nuevos narradores, y servirá, asimismo, para hacer más ubérrimo el panorama de la prosa de ficción que no por gusto, sea como fuere,  ya nos ha dado un Premio Nobel.

Pilar González Vigil; Lala, la sin pies y el poder de los sueños.


Literatura no sólo para niños. 


Por Winston Orrillo


Lala la sin pies, sin pies, sin pies,
Es la valiente que soñó una vez,
Y ahora es Lala la mariposa, posa, posa,
Que vestida de alas su sueño goza”.
PGV


La clave del nuevo libro de nuestra reconocida y joven escritora Pilar González Vigil se halla en la posibilidad, diríamos mejor, en la necesidad de llevar a cabo nuestros sueños.

La historia de Lala, la Sin-piés combina contenido y continente: la edición es bellísima, una obra de arte de Mascapaycha Editores, con sobresalientes ilustraciones de Natalí Sejuro Aliaga, en un formato totalmente congruente para la lectura no solo infantil.

En medio de una atronadora tormenta selvática, mama ciempiés cuida a sus huevitos, a los que cubre con su cuerpo, hasta que el artero viento le “roba”, uno que, felizmente, había quedado sobre una hoja de helecho; mientras tanto, los otros 32, estaban saliendo de sus cascarones, menos el que se había perdido en la tormenta.

Sin embargo, este, en medio de la natural angustia materna, demoraba en dar señales de romperse, hasta que, a la mañana siguiente, se abrió su cascarón “como una flor”. Aquí relevamos el lenguaje poético de la autora, el mismo que resulta congruente con la obra misma que, así, deviene en una suerte de poema en prosa, pleno de cánticos y versos que, seguramente, harán las delicias de sus lectores.

Así, los hermanitos se dan cuenta que ésta era una cimpecita rosadita, pero sin patitas: ni una sola y, en cambio, estaba toda llena de pelos, “con unos ojos grandes y pestañones”, a la que la mamá la llamara “Lala”. Pero los hermanitos no perdían ocasión para la chanza, y la llamaban “la Sin-piés” y le cantaban a sus espaldas “Lala, la sin pies, sin pies, sin pies,/ ¡cuidado con los traspiés”.

En fin Lala, singular como era, no se avenía a los rudos juegos y competencias de sus hermanos, y prefería la compañía materna, pero ésta quería que, de todos modos, ella se integrara con sus hermanos, que no la aceptaban en ninguno de sus equipos de juego, lo que, lógicamente, angustiaba a aquélla que quería: como ellos, ser igual.

Hasta que la madre le explicó que ella era diferente, especial, y que esto no tenía por qué volverla triste; lo cual Lala aceptó a regañadientes.

Pero, al llegar la noche, y con su espíritu soledoso, se puso a ver la única montaña que se elevaba desde su bosque: y a ella le confió su pena, hasta que se quedó dormida, luego de tanto llorar. Felizmente que la madre la encontró y con una mantita de hojas secas la protegió para que no cogiera catarro.

Al día siguiente, Lala despertó con una inabarcable sonrisa: su sueño había sido que trepaba a la montaña y llegaba a su cima, lo cual produjo el escarnio de uno de sus hermanos que cuestionó el que una “sin-piés” pudiera trepar la montaña.

Mamá intervino, entonces, en defensa del sueño de Lala, quien le comunicó que iba a intentar subir a la montaña…para, desde lo más alto, verlo todo.

Mas los sueños no se realizan solos: Lala lo intuyó y, entonces, empezó su arduo trabajo para intentar cumplir su sueño. Es bueno anotar, acá, que ni siquiera su bienamada madre, creyó en la posibilidad de la realización de lo planificado por Lala, que, mientras tanto, se preparaba arduamente: cada día aumentaba el número de centímetros que podía avanzar, mientras recolectaba comida para su gran expedición. Ni qué decir que los hermanos eran un continuum de burlas, de escarnio, a lo que ésta no hacía caso, mientras miraba la cima de la montaña y continuaba su entrenamiento.

Aquí está –me parece- el meollo de la lección que nos da la maestra y artista Pilar González Vigil: no es que los sueños sueños son, sino que ellos, para convertirse en realidad, requieren un denodado, heroico esfuerzo, incluso, como en el presente caso, a pesar de las advertencias de la madre, la que le indicaba a Lala que “ningún ciempiés ha intentado subir a una montaña.” A lo que ésta le respondía, precisamente con sus palabras, en el sentido de que ella era “especial”, “diferente”. Pero la madre alegaba que “por eso mismo no puedo dejar que te hagas daño”.

Pero Lala, ya, estaba decidida: su sueño tenía que hacerse realidad porque lo sentía allí, adentro. Y, en efecto, nada podría detenerla. Aceptó los naturales consejos de su progenitora, y, con el corazón que le latía “con fuerza…levantó su mochila…y se enrumbó diciendo: -Preciosa montañita, allá voy!”

Sin embargo, el viaje no estuvo exento de riesgos, como haberse cruzado con unos guacamayos que podían haberla “desayunado”.; con lo que recordó las sabias advertencias de su madre en el sentido de que no hable con “extraños”. Mas, luego, vino la lluvia, la soledad y el agotamiento de las provisiones, pues también había sido avisada de no comer “plantas raras”.

Llegó, entonces, la lluvia y Lala “por primera vez” se sintió sola en la montaña; pero tenía que continuar su camino “con la barriga rechinándole de hambre”, hasta que acaeció la noche y el cansancio todo se le vino de golpe, pero antes de “entrar en el sueño profundo…logró contemplar lo más alto de la montaña” ¡Había llegado! ¡Su sueño se había cumplido!

Más adelante, una mariposa azul brillante se posó frente a la mamá ciempiés. Qué hermoso ser, pensó ella: siempre había admirado las mariposas, pero ésta le sonreía y lucía unas pestañas larguísimas…como las de su hija Lala.
Entonces, ella le dijo “-Mami, soy yo, Lala. Vengo volando desde lo alto de la montaña. La vista es mágica”.

Se trataba, pues, de una suerte de montaña mágica, donde la pequeña Lala, en realidad una oruga de mariposa, formó un capullo o crisálida, y luego se transformó, y salió “como un ser majestuoso de alas escarchadas”, de lo que resultó que “Lala sin pies era,/ Lala con alas soy”

Y empezó a contarle a su progenitora sobre la montañita a la que ella subió, que “no está sola” Y los riachuelos, asimismo. Y los seres especiales que abundan: ¡solo hay que saber reconocerlos!.

Porque Lala había hecho posible lo imposible, y por eso su historia se cuenta, debe contarse a todo los niños, y al final del relato no hay que dejar de preguntarles: “¿Y tú, con qué sueñas?”.

Por eso el libro-objeto deja, al final, un espacio para que todos los lectores puedan, allí, contarnos cuál es su sueño.

Pilar González Vigil es licenciada en Psicología Educativa, tiene dos maestrías internacionales en Neurociencia Cognitiva, en la Universidad de Maastricht, Holanda, y en Educación, en la Universidad de Estocolmo, en Suecia.

Su producción creativa viene siendo incoercible.

viernes, 2 de enero de 2015

Efraín Rua le mete un gol a la muerte


Por Winston Orrillo

Eran tiempos de cambio y rebelión. El Perú estaba al borde de la explosión, miles de
campesinos se alzaba por la recuperación de sus tierras y los terratenientes acallaban
las protestas a sangre y fuego. El país había ungido a Belaunde gracias a promesas como
la realización de la reforma agraria y la recuperación de los yacimientos petrolíferos de
La Brea y Pariñas,  en manos de la International Petroleum Company (IPC). Pero  el Congreso,  dominado por la Coalición, saboteaba sus promesas”.
E. R.
El gol de la muerte. La leyenda del Negro Bomba y la tragedia del estadio ( Ruta Pedagógica Editora SAC, Lima, 2014), el esperado texto de Efraín Rúa, ya célebre por su anterior y tremante crónica El crimen de La Cantuta, no  ha defraudado las justas expectativas  que , en él, teníamos.

El volumen es  un paradigma de lo que es una gran crónica, muy bien escrita, y con profusión de detalles –allende los croniqueros que ahora abundan en el cotarro y que creen que hacer una crónica es ponerse a desvariar y a jugar con una extraña mélange (mezcla) entre periodismo y literatura,  y todo deviene en una mélée (mescolanza)digna de mejor causa.
Y lo escribimos porque se asiste como a una cierta sobreabundancia  de textos en prosa que fungen de crónicas, y son todo menos eso.

Los que sabemos algo de teoría de los géneros periodísticos, podemos explicar que una crónica, en principio, informa y debe tener abundancia de uso de fuentes y datos –el libro de Efraín es un buen ejemplo de esto- y su arduo trabajo del periodista profesional se transparenta en el manejo de nombres, fechas, teorías y sobre todo, capacidad de juzgar la situación, el leitmotiv, que impulsa su escrito, implicado, por cierto, el uso de un estilo ameno, y el manejo de la narración que convierte el tema de la crónica en un punto de partida que se va desarrollando escrupulosamente.

El asunto de la presente obra de Efraín es la tragedia del Estadio Nacional acaecida el 24 de mayo de 1964, por la controvertida anulación de un gol –de “Kilo” Lobatón- que hubiera determinado el empate del partido que jugaban las selecciones de Perú y Argentina, en pos de un cupo para los Juegos Olímpicos de Tokio.

Pero la tragedia –unos 320 muertos según cálculos aproximados- es motivo  para que el autor nos dé una panorámica de la situación general del Estado peruano (reléase el epígrafe) y, ergo, la lucha de clases presente como substrátum,  porque las cosas no suceden inopinadamente.

Y, por cierto, al ofrecernos la historia –la vera efigie- del  llamado “Negro Bomba”, Víctor Vásquez Campos, al que muchos culparon, por su intemperancia, de haber desatado la tragedia al haber irrumpido en el campo de juego , botella en mano, para  “sonar” al réferi uruguayo, por haber “anulado” un justo –según su arrebatado punto de vista- gol de la selección peruana: al darnos, Efraín, la triste historia de este lumpen nos hace, asimismo,  una radiografía de muchos pobladores de los barrios populares, en este caso el celebérrimo “Breña”. (“Bomba”, de matón de barrio, guardián de burdeles y fugaz guardaespaldas, concluye su caricatura vital, muy viejo ya, consumido por la droga y con un prontuario por robos menores; y, finalmente,   con una tuberculosis cerebral que  es todo un símbolo de la decadencia de acá y acullá).

El talento narrativo de Rúa aparece en todo momento, y su manejo del suspenso y la capacidad de penetración en la urdimbre de los acontecimientos, es presentada a partir de los protagonistas, muchos de ellos víctimas de las circunstancias. Veamos algunos fragmentos: 

Allá afuera, en la explanada, los que salen indemnes se enfrentan con los policías, los culpan de la hecatombe, le lanzan lo que tienen a mano  o sostienen peleas cuerpo  a cuerpo. El caos es aprovechado por ladrones que se llevan lo que pueden de las víctimas”.//”Cuando la puerta se rompió, pude ganar la calle. Me sentía casi asfixiado. En ese momento choqué con un guardia, éste me golpeó en la frente. Yo caí al suelo y otro policía me siguió golpeando, yo casi no lo sentía”, relató Gilberto Huambachano , un joven de 21 años, que estaba cerca de allí. Los heridos quedan abandonados a su suerte. Muchos mueren en esos momentos cruciales, mientras la multitud se enfrenta con los policías

Para muestra, un botón. Y luego Efraín pasa el gran angular a la visión de la más alta instancia del Gobierno, el Presidente:

Las noticias de la tragedia llegaron a Palacio de Gobierno a través de la televisión y dejaron en estado de conmoción al presidente Belaunde, que esa tarde compartía una sobremesa con un grupo de amigos y correligionarios. El flash de Panamericana lo deja demudado. Esperaba cualquier cosa, menos un reporte que diera cuenta de un luctuoso suceso en un lugar al que la gente acudía para gozar de su deporte preferido.//…El hombre que hacía menos de un año había tomado las riendas del poder, con los deseos de acabar con las injusticias que laceraban el país, se marcha a su despacho a intentar entender una catástrofe que rebasaba su exiguo poder…”

Se comienzan a “echar la pelota”, entre el jefe de la policía y el responsable de la seguridad del Estadio, el entonces comandante De Azambuja. Pero todo lo averigua e intenta esclarecer un implicado en el estudio de los hechos, personaje paradigmático –y por eso finalmente defenestrado de la investigación- el integérrimo juez del Sexto Juzgado de Instrucción, doctor Benjamín Castañeda Pilopais  quien (repárese en el fondo inobjetablemente político de este apartado):

“…estaba convencido de que la orden final para que se arrojen las bombas a las tribunas  era del Ministro, que se encontraba de incógnito en el estadio. Sospechaba de su presencia en el lugar, creía que estaba allí para supervisar el accionar del comandante De Azambuja y de los capitanes Jorge Monje y Francisco Pacora.// Pensaba, además, que detrás de los hilos de la tragedia se escondía un plan represivo  montado por el ministro que ya había dado repetidas muestras de su accionar. Los datos parecían darle la razón: la reciente compra de bombas lacrimógenas  de triple poder, el arrojo de gases a las tribunas populares, las puertas cerradas y la brutal represión que siguió en las calles.// Todo un plan montado para ejemplificar a los que promovían las protestas que se acrecentaban en estos fríos días de mayo y que generaban el temor de los grupos de poder, pues representaban un peligro para el orden de cosas existente. `Todo parece encadenarse como eslabones exprofesamente forjados y obedeciendo a un plan previamente trazado por mentalidades deseosas de lograr un epílogo trágico´, escribió el juez en su informe. También dejó en claro que la represión se cebó en las tribunas populares, pese que en las demás también se produjeron desórdenes”.

Ante esta pulquérrima y valiente opinión, Castañeda (un ejemplo de juez probo, sin propiedades ni estudio propio) no podía durar muchos más. Se declaró “nulo e insubsistente todo lo actuado”. Y la denuncia fiscal pasó a manos de otro juzgado….”y a Castañeda –una rara avis en nuestro muy corrupto Poder Judicial- se le impuso una multa de mil soles `por  graves irregularidades de procedimiento´”.

El ministro, el siniestro Languasco de Habich y los poderes omnímodos “de arriba” una vez más ganaron la partida. Todo esto lo señala con claridad meridiana Efraín Rúa, pues la suya no es una crónica au dessus de la mèlèe (al margen  de la contienda, por encima de la turbamulta –recordemos el conocido artículo de Romain Rolland). Nada que ver. Nuestro autor participa, vive los acontecimientos que son objeto de su crónica, donde lo social es elemento fundamental.  Y al que lo ponga en duda, lo invito a recordar las propias palabras de su sintomático prólogo: 

Esta crónica también intenta ser un homenaje a las víctimas anónimas de una tragedia que fue consumada con total impunidad porque, pese a lo que se diga, éste era y es un país fracturado, en el que cada quien vale lo que pesan sus bolsillos.// A 50 años de la tragedia es posible imaginar que la indignación de las tribunas populares por el gol anulado, el apaleamiento de los aficionados y el lanzamiento de bombas lacrimógenas tenía raíces hondas en viejos atropellos e injusticias, en el recuerdo de que gente más poderosa  y ajena siempre nos hurtó lo que nos pertenecía.  Con el respaldo de los que guardan el orden en un país que aún tiene muchas deudas que saldar con la mayoría de los peruanos. Mayo de 2014”. (Subrayado nuestro: W.O.)

No hay mucho más, pues,  que añadir. Efraín Rúa, sanmarquino por antonomasia (estudió en su Escuela Académico-Profesional de Comunicación Social, entre 1973 y 1978), ha sido redactor principal en varios órganos de prensa escrita, así como editor político de los diarios Liberación y Referéndum, así como y jefe de la sección internacional del Diario UNO (ex La Primera).

Jorge Rendón Vásquez vivió "Esos días de junio en Arequipa", lírica y audaz


Por Winston Orrillo

En junio de 1950, una huelga de los alumnos del Colegio Nacional de la Independencia
de Arequipa, provocada por reclamaciones desatendidas a las que fueron empujados por las autoridades docentes, detonó un movimiento de protesta popular en la ciudad que tomó la forma de protestas amadas para resistir la agresión militar dispuesta por la dictadura.”
J.R.V
He aquí un texto perfectamente asimilable a aquello que se denomina “novela verdad” y que, asimismo,   “nuevo periodismo”. (pìenso en Truman Capote., pero, muy especialmente, en Tom Wolfe, Gay Talesse  y, en nuestro idioma, a los imprescindibles Eduardo Galeano, Rodolfo Walsh, y, por  cierto al “Gabo” y sus reportajes, como el del secuestro y  muchos otros.
Esos días de junio en Arequipa. Cuando la historia tocó las puertas de los vecindarios ( Editoriales Grijley  y Sindicato Cerro Verde, 2014), de Jorge Rendón Vásquez, es un breve texto –araña las cien páginas- que constituye la vivisección del movimiento popular de junio de 1950 que, como se lee en el epígrafe, fue desencadenado por una inicial protesta estudiantil.

Lo importante es que el pulso firme de nuestro autor, no solo nos sirve para enterarnos –prima facie- de lo que allí sucediera, sino que, además, su autor desmitifica la “participación”  de grupos oligárquicos y oportunistas, como los politicastros de la Liga Democrática, que pugnaban por profitar  en las elecciones convocadas para el 2 de julo de ese año, y que pretendieran “utilizar” la sana rebeldía juvenil.

Rendón demuestra, palmariamente, que “esos personajes intervinieron de modo superfluo, marginal o para ahogar la resistencia del pueblo”. Por eso es que este  tremante volumen se sitúa

En la antípoda de esa óptica” , ya que la presente crónica  trata de mostrar cómo surgieron y se desarrollaron aquellos sucesos, y, sobre todo, la participación en ellos de los estudiantes y trabajadores de simpatías marxistas, sus artífices sociales, quienes se entregaron a la lucha con abnegación y valentía, cumpliendo lo que pare ellos era un deber y un reto que la historia les ponía delante”.

La obra está plena de dilucidaciones ideológicas, e implica una toma de conciencia de los jóvenes de aquella época, y en un lugar determinado, Arequipa.

Yo me atrevería a proclamar la necesidad de que los varios miles de jóvenes peruanos, ahora levantiscos por la llamada “Ley Pulpín”, lean estas páginas, donde la reflexión y la toma de conciencia política devienen paradigmáticas.

Un hermano del autor, José Roberto, alumno del Colegio Nacional de la Independencia, fue protagonista directo,  pero Jorge, a la sazón universitario de la San Agustín,  acompaña los acontecimientos –con su presencia y adhesión permanentes, pero, sobre todo, con sus esclarecimientos tan hondamente sintomáticos:

Por propia reflexión sabíamos que nuestras simpatías ideológicas debían ser correlativas con la defensa de las causas populares, la libertad y la igualdad. Nuestros espíritus fértiles, ávidos y limpios no admitían la conciliación con las conveniencias políticas y, en consecuencia, nos regíamos por el deber autoimpuesto de explicar a cuantos tratáramos  la naturaleza de los hechos sociales según nuestra concepción y de instarlos a comprometerse en la defensa de los trabajadores y de cuantas personas fueran discriminadas  por el color de la piel, su menguada capacidad económica y otros móviles abyectos…”.

Toda una declaración de principios y, la puesta en evidencia de un substrátum ideológico que, aun, se hace más claro en las líneas que siguen: 

Yo advertía, además, que la simbiosis de la ideología y la ética se daba en nosotros con la regularidad de una ley socia”l, y que esta ley orientaba también la conducta de los hombres con los cuales me había reunido la noche anterior en el taller de Víctor Linares”.

Y a propósito de estel nombre , uno de los méritos relevantes del libro consiste en el rescate de numerosos héroes anónimos , amén, por cierto, del rescate de nombres conocidos como los hermanos Reynoso –del que algunos solo sabían de la existencia de Oswaldo, el narrador-; pero asimismo fulgen artistas como “Toto”, Teodoro Núñez Ureta (al que todos conocían solo como eximio plástico, pero JRV le cita un poema de excepcional calidad). Otros  son Luis Yáñez, poeta y declamador sublevante,  Eleodoro Vargas Vicuña, Jorge del Prado, Luis –el “cholo”- Nieto. Y figuras locales como Augusto Chávez Bedoya, Francisco Mostajo, Enrique Chirinos Soto; y esperpénticos personajes como Luis Alvarado Garrido. 

Jorge Rendón narra la epopeya  de su pueblo con pluma firme y desmitificadora,  en una prosa que dice mucho más que lo que aparece en ella de retórica. Por eso son raras estancias como ésta en interior de la Facultad de Letras agustiniana; “…había un patio rodeado de portales, con una pileta de piedra en la que el agua, cristalina y juguetona, parecía entretenerse declamando odas y madrigales.” Toda una rara avis. (Subrayado nuestro).
Este  breve libro se lee rápidamente por la magia del estilo del autor, y por ese llevarnos de la mano hasta el centro de la mera acción:

En la Plaza de Armas, numerosas personas seguían concentrándose al amparo de las barricadas levantadas en las esquinas, como si quisiesen participar en el envite, asustando al miedo  como a un chico malcriado” (Subrayado nuestro para relevar las incrustaciones de estilo poético del narrador).

Todo transparente, todo relatado  con tal maestría que nos permite llegar a la conclusión a la que nos conduce el propio autor, y que es menester citarla: 

La revuelta popular de Arequipa de esos días de junio fue la respuesta, altiva, digna e inmediata del pueblo a la arbitrariedad y al abuso, aun sabiendo que no podrían derrotar a las fuerzas armadas con algo más de treinta fusiles, unas pocas carabinas y algunos fusiles ametralladoras arrebatados a los soldados e incautados en el Casino Militar y el Club Internacional de Tiro. Mucho hicieron aquellos héroes civiles que salieron a las calles solo con sus manos y la convicción de que no se humillarían ni arredrarían ante la fuerza y el menosprecio, sin importarles que fuera a costa de su sangre y de su vida, y, sin proponérselo tal vez, sembraron en la conciencia colectiva semillas frescas y perdurables de coraje popular.”(Subrayado nuestro).

Por eso, digno colofón, es el cuarteto del gran pintor y poeta “Toto” Núñez Ureta: “Nadie muere jamás, se va sembrando;/ se va haciendo caminos, sueños, iras,/ escondidas reservas de esperanzas; / acumulada fuerza de la especie”.

En fin, éste es uno de esos libros de lectura imprescindible (ojo a los cofrades del manipulado “Plan Lector”), donde, nuevamente, tenemos que invocar a Horacio y su utile dulci: lo dulce con lo útil: una obra que nos enseña (utile) pero que nos deleita, por lo bien escrita que está (dulci).

Profesor Emérito de San Marcos, Jorge Rendón Vásquez (Arequipa 1931), el autor, tiene cuentos y novelas, publicadas en los últimos diez años, cuando da rienda suelta a su contenida vocación de creador literario, él que es una autoridad en el orden jurídico en nuestro desconcertado país: abogado por la Universidad de Buenos Aires, Doctor (de los de a verdad) por la Cuatricentenaria UNMSM y Docteur en Droit por la Universidad de París (La Sorbonne, por si fuera poco).