jueves, 16 de octubre de 2014

Celina Cámpora revelación de la poesía



Por Winston Orrillo

Qué otra posible manera
             de desnudez adopto
para repartir mis cruces
para revelar
la imagen inexplorada..”
                             C.C.


Celina Cámpora es una relevante poeta argentina que estuvo afincada entre nosotros y que, profesora de Castellano, Literatura y Latín, realizara estudios complementarios de su especialidad, en España,  nada menos que con Carlos Bousoño, en su internacionalmente conocido curso de Teoría de la Expresión poética, lo que le sirvió, asimismo, para entregarnos verdaderas preseas literarias como “Revelación de la palabra –ediciones Arte/Reda- y, entre otros, “Presagios del Escampe”, prologados por dos voces emblemáticas de nuestra lírica: el primero, por Arturo Corcuera; y el segundo, por Antonio Cisneros.

En ambos volúmenes lo que se nota es, de entrada la lid de la autora por la expresión, el combate denodado de/en su obra por entregarnos, configurada en el poema, su raigal personalidad, su vera efigie integral, humanísima.

Así, en Revelación de la palabra, ella nos hace una verdadera autoscopia, al manifestarnos, en su texto “Cansada” “Cansada de ninguna respuesta/ aquí estoy/ acompañada de una sombra/ sin ver un manantial/ donde apaciguar la sed.// Qué otra posible manera/ de desnudez adopto/ para repartir mis cruces/ para revelar/ la imagen inexplorada // Cómo insertar la Soledad/ en la Gran Soledad/ y deshacerme/ de tanta Soledad inacabable”.

El dolor, la soledad existencial son tópicos que la autora exorciza mediante sus versos, mediante su palabra poética, que es utilizada como un ariete, como una adarga para continuar su marcha por la vida y sus vicisitudes: “Enséñame a tranquilizar/ a todas aquellas que fui / y a la que hoy/ las sobrevive…// Soy una vez más Ésa/ que noche tras noche/ dibuja madrugadas/ esperándolo // Y / Él/ Una vez Más/ no llega a tiempo”.

Si alguien quisiera tipificar a esta poética, le podría poner el rótulo de “existencialista”, por esa constante sensación de abandono, de “ser arrojado en el mundo” que vibra en sus versos tremantes: 

Nadie fuera de mí/ nadie adentro/ desde que salí/ del vientre de mi madre/ estoy a la intemperie”.

El gran poeta Arturo Corcuera dice en sus palabras prologales: “yo siento que en la poesía  de Celina habita una gran soledad y al desamparo de esa soledad su voz cobra el estremecimiento de una auténtica poesía”.

Pero lo importante, la clave es que todas estas anfractuosidades existenciales de Celina, nos conducen a esa suerte de poesía suya que deviene en una revelación: así, vemos que
  
  “se desborda la palabra/ y desemboca/ en mí como océanos// coro de incesantes sonidos/ donde las certezas se dilatan//. Y, por eso, con justicia, puede preguntarse: “¿quién me ausentó/ de mí/ por temor a hallarme transfigurada en el Verbo’// La palabra se desangra/ en deslumbrantes colores/ y estalla/ en síndromes/ de incandescencias extrañas”. Y concluye con una sibilina insinuación sobre el amor y la poesía: “¿quién enmudeció/ mis voces/ para hacer del amor/ esta ausencia de mí?”

Poesía de revelaciones continuas, sintomáticas, la de Celina Cámpora, madura en su juventud, es clarísima en su búsqueda del arte, que no es otro tema sino el único camino para la existencia de la poeta: “¿Dónde estás, vida/ para lanzarme a tus brazos?”

Poesía, que, como toda la gran creación araña la metafísica y, para su otro libro “Presagios del escampe”, le hace decir, en sus palabras prologales, al querido y grande Antonio Cisneros, que “su título es todo un símbolo que acompaña a la autora en buena parte de su jornada poética.” Porque “ El escampe es el fin de las lluvias, la noche y el dolor de la borrasca, y el despertar del sol”: de ese sol que alumbra, que ilumina una obra lírica que, obsesivamente, es un intento de presentarse como sujeto de un caos, que no es otro que la vida: “huelo a polvo/ a sudores/ a furia agazapada/ a tupidas garúas// a un invierno hambriento/ que gobierna los latidos// es inútil/ querer imponerle/ límites al deseo//nadie nace antes de tiempo”.

Poesía que es, asimismo, sabiduría, ingreso a aquello que el renombrado Heidegger decía que caracterizaba a la gran obra de arte de la palabra.

Celina muere reiteradamente entre sus versos dilacerados: “la que se cansó de ver lo que nunca debió ver y terminó  intimidando y destruyendo los últimos nexos que la unían a la vida y paradójicamente la condujeron a la muerte: el pensamiento y el lenguaje”.

ah irrespetuosa mujer/ el límite no es el cielo o la tierra/ tampoco el mar// demasiado tarde te diste cuenta/ de que// cruzaste las fronteras para nada..”

Como lo dice “Toño” Cisneros, “Celina Cámpora creadora y alarife, navega como pocos en esa intensidad que proviene de los ritos del verbo. No por gusto el poemario es presidido por una cita clave del maestro Roberto Juarroz”

Y en efecto, notamos un aura familiar con los versos de Juarroz, con su desparpajo existencial, con su profundidad a toda prueba, con su afán por la desmitificación cotidiana, siempre en busca de la nuez de la vida, que, no pocas veces, se halla en los linderos de la muerte, a la que la poesía conoce de memoria.

Celina figura en numerosas antologías de la poesía de Nuestra América y prosigue su incesante, incoercible, asedio a la vida, fuente y destino de toda creación que se respete a sí misma: “ese elíptico crujir/ de estrellas en el suelo// presagian el final del escampe/ la mujer reposa// en las llamas// y es solo mármol blanco estremeciendo el viento”.

martes, 7 de octubre de 2014

Tania Temoche: Delirios poéticos


Por Winston Orrillo


        “Ser poeta ahora necesita de una especialización, de un rigor
         interno, de una voluntad férrea. Y eso es precisamente lo que está
        buscando Tania Temoche con Delirios, el manojo de poemas que
       tiene usted en sus manos para satisfacer la curiosidad o para deleite
       de una lectura poética”.
                                     Marco Martos


El primer sorprendido fui yo: cuando esperaba que Tania editara una selección de sus estupendos artículos y reportajes, me entero que no, que su impostergable vocación de lirida la había llevado a debutar, en el mundo de los éditos, nada menos que con un poemario, y de paso, con un título sintomático: Delirios (Hipocampo editores).

Agradable noticia porque confirma lo que hace poco había leído nada menos que en Fernando Pessoa: que para redactar bien –reportajes, artículos, prosa en general- era necesario ser poeta, porque la poesía, en principio, enseña a escribir.

Y, en efecto, ella, Tania, publica, para no atropellarse a sí misma, una opera prima en la que, en principio, paga las deudas que todos debemos cancelar: con los temas del hogar, con el reconocimiento a la saga familiar, con el tributo a nuestros vástagos, con la defensa de la vida –tan aviesamente amenazada hogaño.

Y, así, encontramos trémulos textos como los dedicados a su padre, a los recuerdos de infancia y adolescencia, a su hija, a sus hijos, a la infancia (dilacerada) de Palestina, pero también a la nuestra; así como su denuncia de crímenes muy recientes –secuestros y asesinatos en La Cantuta. También poemas dedicados a la pintura, a la música, con lo que nos revela esa –hoy necesaria—integración  de la sensibilidad de un artista que aspira a no marginar ninguno de los mecanismos expresivos, estéticos (recuerdo mi propio libro sobre Vallejo periodista, en el que analizo la visión perspicua de nuestro gran bardo, al escribir, igualmente, sobre música, pintura, cine, amén, por cierto, de  sus consabidas críticas literarias).

Pero Tania, y esto quiero subrayarlo, combina, sabiamente, un lenguaje coloquial –lo que torna su poesía muy comunicativa—con las metáforas plenas del bardo, como en su texto “Etéreo”, en el que hay imágenes tan eficaces, como las de aquel impecable arranque: “Me duelen las uñas/ de tanto rasgar su sombra”… Y ese remate antologable: “cansada sobre mi lecho/ escucho el rumor del mar/ viendo a las olas golpear/ el amanecer// ¡y el espejo ya ni siquiera me mira!

El poemario avanza y avanza hacia lo que podríamos llamar una autoscopia de Tania: ese penetrar en sí misma, después de haber “pagado” las deudas ya señaladas, lo que se advierte, precisamente,  en el poema llamado “Delirio”, que podríamos llamar un retrato de ella misma, al decirnos, diáfana y sin tapujos: “Soy mar y tempestad/ ven/ nada/ flota/ naufraga sobre mi vientre/ reposa guerrero/ en la balsa/ de mi mundo/ mágico/ torbellino de conjuros/ y sueños…” Para terminar con un verso sintomático: “Yo soy la marea y el tifón”.

Y, en efecto, ella misma es la marea y el tifón, por lo que, desde aquí, ya no hay camino de vuelta.

La poeta nos lleva, pues, de la mano de sus versos fulmíneos, con lo que nos introduce en su mundo de imágenes, alucinaciones y textos entrañables como “Una picaflor”, que es uno de los autorretratos más cabales que hemos hallado en las escritoras de hogaño: “Solo soy/ una mujer picaflor/ que siempre quiere/ beber de tus aguas/ confundirme una noche/ en tu curtida piel/ enredarme con tu aliento.//¡No pidas más!/ no me encarceles/ en los laberintos/ de tus esdrújulos”

Remate soberbio, como soberbio es, también, su “Elogio a Eros”, poema emblemático que, a partir de ahora, no podrá faltar en cualesquiera de las antologías que, especialmente, de la poesía hecha por mujeres (y de toda la poesía, en general) se vayan a publicar.

Tania, a pesar de haber nacido en Lima, es de indubitable origen amazónico, y ello es concomitante con la riquísima sensualidad de sus versos y esa suerte de hiperestesia que nimba toda su poesía, en la que abundan los sabores, los olores, los calores y colores, los ruidos y,  en general, todo ese mundo “humano, demasiado humano” (Nietzsche dixit) que caracteriza a los seres del bienamado Oriente peruano.

Tania es periodista profesional graduada en la Universidad Jaime Bausate y Meza, tiene un Diplomado en Gestión de Empresas e Iniciativas Culturales por la PUCP, pero, a partir de Delirios, y a pesar de su infatigable trabajo en publicaciones y revistas culturales, ya la tenemos, alineada, por derecho propio, en el mundo de la creación lírica. Lo que, por cierto, no obsta para que aguardemos –con viva ansiedad-- publique una selección de su paradigmático trabajo periodístico.