viernes, 19 de diciembre de 2014

Gabriel Niezen Matos: Una novela para escapar de la jaula


Por Winston Orrillo

“No soy muy creyente que digamos y más bien ando resentido con Dios porque no me
Ha hecho a su imagen y semejanza. A él se le ve tan bonito en las estampitas y en  los
Cuadros del corazón de Jesús y a mí tan maltrecho. Si en algo puedo compararme
Con Dios, para ser recíproco en lo de su imagen y semejanza, es en el sufrimiento”….

“Eres inteligente y normal, ¿acaso eres anormal? Tienes pequeños errores de diseño,
Nada más…”

GNM


SI hay algo que destacamos en los epígrafes de  “El hombre que escapó de su jaula”, la nueva novela de Gabriel Niezen Matos (RUBICAN EDITORES, Lima, 2014) es la sencillez coloquial del lenguaje y el manejo de una suave ironía, que nimba aun las estancias más dilaceradas de esta obra: la historia y vicisitudes de Carlos José, un hombre que sufre una severa escoliosis, lo que nos permite entender que es su cuerpo, en realidad, su cárcel, su jaula, de donde tiene que huir y/o vencer para adaptarse y/o poner de rodillas a un mundo despiadado y muy difícil, que finalmente, nuestro protagonista conquista merced a una voluntad de hierro y al desarrollo de las ideas de su admirable padrino, quien cumple el papel de motivador y consejero permanente en todas las adversas circunstancias –son muchas-  que, obviamente, se le presentan y no lo doblegan.

Estamos totalmente de acuerdo con María Lourdes Cortés quien, desde la Patria de Baudelaire, destaca la importancia de la narrativa de GNM que, en efecto, se lee “de un tirón” (la experiencia nuestra lo confirma: prácticamente el sábado 13 de diciembre de 2014 fue, todo él, ocupado en la decodificación de este texto, que bordea las 200 páginas).

Igualmente, subscribimos los adjetivos “amena y divertida”, para la obra de Gabriel, así como el juicio de Iván Ruiz Ayala, quien subraya la “naturalidad y alegría” de la obra de nuestro autor, quien, efecto, en ésta y sus otras novelas, hace uso constante de “frases y giros locales pertenecientes al habla popular” y, por cierto que los modismos  “le dan sabor de época, pero al mismo tiempo acercan la historia al lector…”

Como ejemplo de lo glosado, veamos, ahora, el uso del coloquialismo y, al mismo tiempo, el empleo de un constante lenguaje figurado –lo que nos recuerda que Niezen, asimismo, ha incursionado en el campo de la poiesis (el anuncio de la solapa nos hace saber que él “Tiene culminadas una obra teatral, un libro de poemas y una novela que están en etapa de revisión”).

Leamos, pues, una muestra de su lenguaje conversacional, analógico y de su cautivante humor:

Loti apareció un viernes por la casa con empanadas, chocolates y una garrafa de vino. Recordé que los tragos desinhibieron a Mariana, que era más impenetrable que ella y se comportó como si se le hubieran soltado las neuronas. Tuve la seguridad de alcanzar mi tercer debut, ya que el primero fue escabroso: una encerrona con dos mujeres que me utilizaron para reafirmarse  la una con la otra y que me usaron como trapito de anticuchera. La segunda, una mujer indescifrable. Y, ahora, Loti.// Como una de mis normas es no mezclar sexo con comida, Loti comió dos empanadas…./ Toda la tarde escuché la cantaleta de que en su vida solo tuvo un hombre y que lo había querido al desgraciado, como letra de bolero cantinero…” (Subrayado nuestro: W.O.)

Carlos José, luego de una primera parte –de suyo interesante y conmovedora porque narra su estancia en el conocido Hospital San Juan de Dios- ingresa a esa afirmación de la vida que se da en el amor, especialmente en su ladera inexcusable: el sexo.

Aquí GNM despliega la panoplia de su buena prosa poética (siempre adobada con el humor que lo caracteriza) y de la encendida presencia del goce carnal. Veamos una descripción de Viviana, la tempestuosa mujer que viene en busca de él, luego de un breve –y actualísimo- romance por la internet.

La contemplé ataviada, sentada, con las piernas juntas, entreabriendo un hilillo, que me permitía atisbar las soberbias rodillas, redondas, su piel de ciruela, el delicado borde de unos pechos que solo se insinuaban.// La miré como lobo pero con expresión de caperucita. Ese truco siempre me dio resultado, porque así las mujeres no se percataban de mi codicia. Me dijo: /-Apaga la luz y ven.// La alfombra de pellejo en que caímos se convirtió en una hoguera. Ella ordenaba, yo obedecía.// -Esta noche, Carlos José, me cumples.// Soltó el cuerpo como si hubiera salido de una represión de siglos. Me sacudió la humanidad. Hoy debía dejar el último suspiro. Poquito a poco fui respondiendo, recorriéndole los caminos, los recovecos ignotos y, de pronto ella, fierecilla, empezó a ser dominada, asaltada, nuez partida, tomate reventado, sandía desmenuzada y  lanzó unos gritos que recorrieron el edificio como música de feria” (Subrayado nuestro).

En fin, para decirlo con pocas palabas, un libro, una novela –creo- la mejor de Gabriel, porque, en ésta, ha llegado a la plenitud de su arte narrativo, gracias a una simbiosis entre humor, coloquialismo, poesía  y cabal penetración en la vida de un personaje –Carlos José- que, en efecto, escapa, gracias a su personalidad sui generis, de la “jaula” a la que su limitación física lo habría confinado.

Pero culminemos este fragmento de la novela con la inefable y volcánica presencia de la singular Viviana (texto que, sin embargo, no deja nunca de estar acompañado por la poesía de la expresión de GNM):

“-Déjame gritar, no me reprimas!// Otra vez empezó dale que dale, dale que dale, hasta que alcanzamos un movimiento acompasado, como cuando las olas del mar picado revientan en la orilla. Entre tanta exuberancia, mis piernas delgadas reposaban cual palitos de anticucho”. (Subrayado nuestro).

Cabal manejo de una prosa idónea para lo que quiere decirnos, Gabriel Niezen Matos pasea a su singular personaje –ciertamente original en la narrativa peruana- desde su referida estancia hospitalaria, la vida de estudiante, el viaje a Europa y, sobre todo, el contacto con  una heteróclita antología de mujeres a cual más fosforescente.

Este libro se lee no solo de un tirón, sino que nos deja un sabor, una demanda para continuar con la incursión en mundos como aquel que narra nuestro autor, y que -no obstante, en apariencia,  ser comunes- por su élan poético y por el manejo de un estilo polisémico, nos hacen plenamente partícipes de su realidad  y sus estancias muy especiales y permanentemente atractivas.

Gabriel Niezen Matos tiene más de media docena de exitosas novelas publicadas; es Doctor en Educación y Máster en Psicología de la Familia y la Pareja; así como Licenciado en Educación y Periodismo. Dicta cátedras en las Universidades San Martín de Porres y San Ignacio de Loyola. Fue el Primer Director elegido en la Escuela Académico Profesional de Comunicación Social de San Marcos y Coordinador de su Posgrado. Ha viajado por el mundo entero en misiones culturales y ha sido Jurado Internacional en el Concurso Nacional de Literatura “Ricardo Miró”, de Panamá. Ejerce el periodismo y dicta conferencias y cursos de su especialidad en numerosas instituciones del Perú y el extranjero. 

Perú. Dimas Arrieta tiene corazón de viento


Por Winston Orrillo 


La luz de la amistad crece como la luna/ La noche lagrimea con el rocío/
Mi madre tierra, mi amor la lluvia./ Huayrasuncu, huayrasuncu,/
(Corazón de viento, Corazón de viento)/La luna vomitando esta locura/
Babea rabias de tiempos viejos/ Habla de aguas sucias…/
Tú, generosa luz. Yo, fuego inapagable../
Te declaro amigo de las estrellas,/
Hermano y amigo de todos nosotros…

¿Alguien puede poner en duda que se trata de algo escrito por un poeta? En efecto, “Corazón de viento”,(Editorial ARSAM, 2014) la nueva novela de Dimas Arrieta (Piura, Huancabamba, El Faique, 1964) es una vasta obra narrativa –más de 300 páginas- en la que fulge un mundo mágico-religioso, pleno de poesía y de misterio que, detrás de la historia de don Manuel Eugenio Ramírez Noblecilla, patriarca paradigmático de aquellas tierras, desenvuelve una reflexión sobre el destino de una cultura, de un modo de ser, evidentemente mellado por la llegada del “conquistador”.

La temática se desenvuelve en un pleno realismo, pero dentro de lo denominado real-maravilloso, que no le impide a MERN formar una familia ejemplar, con una pareja varios quinquenios menor que él, pero después de haber dejado una serie de hijos en un –le llamaríamos- “primer tiempo”, que incluye, por lo demás, quince vástagos procreados en una estación vital, que atraviesa en el fantástico universo de las Capullanas.

Cosme Chinguel –apellido de notable actualidad en los días que corren- es un viejo cacique vernáculo que le arrienda a nuestro protagonista,  unas tierras que van a ser la base de su futura propiedad, pero todo dentro de un universo de profundo respeto tanto por él como por el Taytay, un jefe indígena dotado de poderes adivinatorios y cuya capacidad de ver el “futuro” es constantemente invocada.

A don Manuel Eugenio le llaman, precisamente, Huayrasuncu –“Corazón de viento”- con una suerte de respeto y admiración por sus cualidades humanas, ciertamente distintas y distantes de la retahíla de hacendados ambiciosos que medraban en los alrededores, en aquel anfractuoso tiempo.

He aquí un ejemplo de uno de los más intensos –e interesantes- discursos de Cosme Chinguel. Empieza hablando el protagonista:

“Con su mano izquierda me tomó la mano derecha y como siempre empezó a llamarme Huayrasuncu, una y varias veces. Me decía que siempre estoy cuando él me llama, aparezco cuando es necesario refrescar con mi presencia. Así es el viento, lo llaman para airear las cosechas y él llega. Y empezó a silbar con unos silbos finísimos y me decía que así él llamaba al viento.//En eso todos vimos que un viento soplaba por las afueras de la casa, movía los techos, bandereaba los árboles. Cosme, desde su posición, echado en su cama, decía una y otra vez: ahí estás y aquí estás, Hauayrasuncu, hermano, Huayrasuncu, merecedor de los grandes cariños… y empezó con la prédica de sus deseos mi amigo Cosme: - Sabrán cumplir estos deseos, tanto los hijos míos, como los de mi amigo Huayrasuncu, pues ustedes sabrán negociar las tierras que hoy ya son de mi amigo Huayrasuncu, porque así yo quiero decirle, porque así me lo dijo el Taytay que lo llamara. Las tierras hoy son de tus hijos y tuyas, hermano Huayrasuncu. Mis hijos firmarán las escrituras más adelante… Qué se viene y qué se vendrá, Huaurasuncu. No lo sabemos ¿ o sí? Los cerros caminan, los cerros amparan, los cerros hablan entre ellos, Huayrasuncu. Yo seré un cerro, tú serás un cerro, Huayrasuncu. Ya viene la hora, ya entra la muerte. Ya viene llorando, se vienen enfriando mis piernas, mi cuerpo se adormece, mis brazos ya no responden; ya no siento las manos, Huayrasuncu. Mi lengua empieza a adormecerse, ya me voy, ya me fui, a-di-ooss.”

Y, como éste, hay varios capítulos en los que medra la poesía en el relato. Pero, asimismo, se halla lo que, según Horacio, sería lo utile dulci: lo útil con lo dulce, lo provechoso con lo agradable, porque uno aprende a la vez que se deleita con las páginas de Dimas Arrieta.

Veamos, pues.

“..les pidió que hicieran llamar a los descendientes del Taytay. Quería verlos y preguntarles sobre los significados de estos símbolos o figuras casi geométricas. Pero él les llamó textos, parecidos a un escrito occidental. (Se refiere a lo que aparecían en una suerte de mantas “pununas”- que aquél le regalara). // Son espacios textuales –decía el viejo- tienen otras formas  y otros sentidos para apropiarnos de sus mensajes y significados…..// Tarde reparó en eso, dijo que lo primero que él tenía que haber hecho es aprender a leer este tipo de soportes textuales. Llegó a la conclusión de que era como entender esta inmensa cultura que recién él se dio cuenta que estaba iniciando un descubrimiento.// Qué fácil, se dijo el viejo, hubiera sido el haber conocido esta interioridad, no hubiera existido violación a sus modos de vida ni distanciamiento de su cultura. ¿Dónde está la barbarie y lo salvaje? ¿Civilización es negarle a otro su existencia? ¿De qué mundo tan perverso y ególatra venimos y nos hemos formado? ¿Por qué tenemos esta idea de descubrimiento cuando solo se ha conquistado?”

Creo que el presente  es el centro de esta excelente novela, que, por cierto abunda en capítulos narrativos que son una delicia, y que explican la formación de Manuel Eugenio, bajo la égida de su adorado tío Teodoro, quien le legara un substrato ideológico tendente a la defensa de la libertad, la justicia y la igualdad entre todos los hombres, máxime en una época –la novela se desenvuelve en las primeras décadas de 1800- en la que medraban la esclavitud y la servidumbre.

La obra está atravesada por las premoniciones, no siempre promisorias del Taitay, las que se hallan, precisamente en las referidas pununas que, tarde, Manuel Eugenio se dio cuenta que debería haber intentado decodificar. Por ello la tragedia, la traición adobadas al lado de la codicia y numerosas intrigas, conforman la trama de esta novela, cuyo epicentro se sitúa en la no siempre apacible hacienda Palambla, fundada, a puro pulso por el protagonista y que deviene en el centro de su mundo y desde la que se irradia los buenos aires que son característica del personaje principal de este relato destinado –a juicio del suscrito- a ser uno de los paradigmáticos de la nueva narrativa peruana.

Culto y pago munificente a su lar nativo, Dimas Arrieta nos entrega un corpus narrativo que está destinado a perdurar.

Porque perdurables son estas palabras que el autor pone en boca de su personaje principal y que, sin duda, no podemos dejar de compartir:

“El viejo mascaba en su silencio estas interrogantes, estos hallazgos sobre todo al mirar sus viejas pununas. ¿Cuánto conocimiento se ha perdido?, se decía una y tantas veces; ¿qué distancia tan brutal nos ha separado en un mismo espacio? ¿Qué mundos tan lejanos dentro de uno solo? ¿Cuánto cuesta una reparación espiritual y cultural? ¿Cómo podemos entendernos si negamos sus existencias?  ¿Cómo podemos vivir bajo estos espacios, si no convivimos con sus costumbres, con sus tradiciones? ¿Cómo podemos ser felices si nos negamos a nosotros mismos, excluyendo a los demás?”

Es entonces que Andrea le dijo a Clarita, la esposa, que el viejo Manuel Eugenio estaba “desvariando”, pero ella, que lo conocía muy bien, respondió que

“se callará, que no hablará eso, que más bien su marido había llegado a tener una sabiduría tomando en cuenta las informaciones que le habían dado sus viejos amigos. –Es un hombre completo –le dijo a la nuera- con todos los atributos, encima es sabio”.

El arribo a la sabiduría del protagonista es el punto cenital de esta novela, que se inscribe en las preseas de la narrativa peruana contemporánea.

Su autor, Dimas Arrieta,  es un lirida en ejercicio que, al arribar a los cincuenta años –nació en 1964- ha publicado cinco estimables  poemarios y, en prosa, Camino a las Huaringas, El reino de los guayacundos y El Jardín de los encantos, parte de una trilogía de novelas dedicadas a las artes ocultas del Ande piurano. Recientemente, asimismo, lanzó Los fantasmas del Estadio Nacional, pequeña narrativa dedicada al horror vivido en el coloso José Díaz, en 1964. Es licenciado en Educación y ejerce la docencia en la Facultad de Humanidades de la Universidad Federico Villarreal, cuyo Departamento Editorial comanda; y, además, con artículos de crítica literaria colabora en diferentes diarios y revistas del Perú y el extranjero. En su haber, asimismo, figuran varios destacados premios literarios.

lunes, 24 de noviembre de 2014

Tomás Borge: Comandante sandinista de la poesía


Por Winston Orrillo

 “empuñar los poemas como si fueran fusiles
          y los fusiles como si fueran poemas
T.B.


Estamos con el bellísimo libro de Tomás Borge (1930-2012), Poesía clandestina reunida, ofrenda editorial de su esposa, la también escritora, cantautora y actual embajadora de la Patria de Sandino entre nosotros, Marcela  Pérez Silva. 

El volumen, con elegante tapa dura, ha sido diseñado, en su atractiva carátula,  por Lucía Arellano, a base de un Retrato del Comandante TB, obra de nuestra inolvidable Etna Velarde.
Y para los que han sido impactados por el guerrero y soberbio –y pugnaz—epígrafe,  les mostramos la otra cara de la medalla: la muy intensa poesía amorosa de nuestro combatiente invencible. 

He aquí el Epigrama I, dedicado, precisamente, a Marcela:  Este es un asalto/ tu amor/ o la vida”. Y el muy completo retrato de la Editora y esposa (me resisto a poner la palabreja “viuda”) :

En la garganta un pájaro/ En el corazón un ángel/ En las manos serpientes/ prófugas de un manantial azul/ En el vientre el milagro de los panes/ En tu sexo la pequeña muerte/ La vida eterna”.

El poeta y cada vez más reconocido como perspicuo crítico, Marco Martos, señala que, la de Borge es “poesía de las esencias, de lo natural de la vida, pequeños fogonazos líricos hechos en medio de combates, de tareas de construcción, siempre marcados por la presencia del amor a la mujer, a la patria y a la revolución”.

Porque nuestro autor, podríamos decirlo, en una mano –no  sé si la derecha o la izquierda- llevaba el arma levantada contra el Establishment y, en la otra, la pluma integérrima del poeta que necesitaba dar testimonio de cómo era imposible desligar, desvincular la lucha por la felicidad del hombre, por la primacía de la justicia, por el fin de la dictadura genocida –en su caso Somoza, esa bestia apocalíptica que gobernó, con su familia de porquerizo, luego de consumar el asesinato del General de Hombres Libres, Augusto César Sandino. 

No hay, pues, divortium acuárum entre poesía, amor por la belleza de la palabra y culto a la vida y a la pasión humana, y permanente combate por el logro de las aspiraciones más entrañables de nuestros hermanos; entre las cuales, qué duda cabe, están la libertad, la justicia, la autodeterminación; y ahora, más que nunca, la defensa de la propia vida del planeta, amenazada por las desaforadas apetencias de un siniestro neoliberalismo que, para empezar, no le importa hacerse el harakiri, con tal de satisfacer sus mirajes de riqueza profundamente destructora.

Una de las insustituibles virtudes del volumen es entregarnos, de cuerpo entero, la imagen de ese combatiente mítico y medio legendario en que se había convertido el comandante sandinista, fundador del Frente Sandinista de Liberación Nacional, en 1961, con el inolvidable Carlos Fonseca Amador; y quien participara en todas las batallas importantes de la Revolución contra la dictadura, hasta que, en 1967, es nombrado Comandante de la Revolución.

Triunfante ya su lucha, ocupa el difícil cargo de Ministro del Interior (1979-1990) y es elegido Diputado al Parlamento Centroamericano, así como a la Asamblea Nacional de Nicaragua durante cuatro periodos consecutivos. Fue Presidente del Congreso y Vicesecretario General del FSLN, y participó, igualmente, en la fundación del Foro de Sao Paulo.

Poeta, orador cautivante, escritor y periodista, su libro La Paciente Impaciencia ganó el Premio Casa de las Américas, en 1989, y otra de sus obras fundamentales es Un grano de maíz. Conversación con Fidel Castro (1992); y entre otros, sus poemarios, La ceremonia esperada (1990) y A la sombra de un grano de sal (2009). Sus libros han sido traducidos al inglés, francés, alemán, italiano, portugués, sueco, holandés, griego, árabe, checo, ruso, ucraniano, chino y japonés.

Ha recibido numerosas condecoraciones, entre las que destacan la Orden Augusto C. Sandino; la Orden al Mérito Latinoamericano, y la Orden del Sol del Perú, en el Grado de Gran Cruz, de la República del Perú, así como numerosos doctorados honorarios de diferentes universidades de Nuestra América.

Hasta el momento de su lamentable deceso, ocurrido el 30 de abril de 2012, se desempeñó como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Nicaragua ante las Repúblicas del Perú, Ecuador Bolivia y Paraguay.

No obstante su dilatado currículum, si había algo que caracterizara a Tomás Borge, fue su sencillez y sentido del humor, su saber dónde es el límite de la grandeza humana: en el pueblo.

Por ello es paradigmático ingresar a su poema “Confesiones”, del que tomamos algunas estrofas que nos permitan encontrar el angular preciso para que nuestros lectores  sitúen al gran poeta y hombre relevante (por revolucionario) que es  Tomás Borge.

Leámoslo: “Detesto los cocteles/ las condecoraciones/ los museos de cera/ y las novelas de final atroz//Odio a los traidores/ como se odia/ el infierno/ las cadenas/ las banderas arrodilladas// Soy terco/ sentimental/ ingenuo/ desconfiado//…Me gusta el crepúsculo/ el crucifijo en la yema de los dedos/ las orejas de mis hijos, el galope de una lágrima// También las siamesas de miel/ en tus ojos…//Prefiero las metáforas/ imperfectas y locas/ las ecuaciones eróticas/ las pinturas intensas/ aunque al pie de los colores/ la firma sea desconocida…//El peligro –no se tiene idea de/ cuánto me gusta el peligro-/ La desolación de los ídolos…// Amo a los niños/ a los venados/ Amo la exactitud/ de la imperfección// Y el gobierno de los resucitados/ Y a los cachorros sonrientes/ Y a las mujeres que he amado// Si mis amigos me quieren/ pido/ me cautericen lunares/ y me estrechen la mano”.

Éste es, pues, nuestro poeta, allende el paramento oficial que su alto cargo le diera (ganado a pulso de sangre y fuego, por otra parte).

De este modo, para concluir con las caracterizaciones que él hiciera de sí mismo, nos parece congruente, la cita del siguiente poema: “Expediente”, algunos de cuyos  versos nos permiten esta tarea ímproba del adentramiento en el poeta y combatiente revolucionario sandinista, que el Perú tuvo la honra que fuera embajador de su país:

Soy un monolito/ En mí solo cabe/ la exactitud de la piedra// Soy un insólito/ pequeñísimo detalle/ del universo…// Soy un bosque redondo/ como la misma historia/ del fuego// Soy un monolito/ tuyo/ de todos

Pero fue un monolito enamorado, qué duda cabe, y, por ello, entre la multitud de poemas líricos, se nos hace difícil hallar los paradigmáticos. Veamos, sin embargo, verbi gratia:
Tus ojos”: “Me vencieron tus ojos/ Son venados/ que corren en un túnel/ hasta la meta// Donde bastan los días/ las abejas/el flujo y el reflujo/ los estremecimientos// Donde basta la luz/ retenida/ en una gota de miel/ para vivir.”

O en “La más tenue señal” en la que, en sápida amalgama, sabe trabajar el tema del amor, de la sencillez y el culto a la naturaleza, con la irrefragable militancia: 

Dame la más tenue señal/ un rasguño/ un café con leche/ el indicio de una semilla// Dame la más tenue señal/ un huevo de codorniz, una cuchara/ un rictus/ unos ojos sin neblina// Dame la más tenue señal/ un sorbo de agua/ escalada/ un ramillete de aceros/ un caracol…// Solo la más tenue señal/ despertará mi olfato/ de perro amaestrado/ y me encontrará alerta/  como un centinela//Solo la más tenue señal, me hará vivir, auténtico como la cruz/ como la hoz/ como el martillo”.

Uno de los temas, casi un leitmotiv, es el referente al entrañable amor por su familia, los poemas dedicados a sus hijos, que son de antología, y el tópico de la anticipación de que –como en todo poeta de su raigambre- se repite innúmeras veces, como en “Premonición” “Moriré ayer/ Hoy no tengo tiempo”; y en un texto tempranísimo, “Epílogo”, de 1969, que concluye espléndidamente con: “¿Mi vida?/ Llevé la muerte/ en el bolsillo/ y nunca tengo miedo de fallar/ en  lo negro del blanco” (Amén de muchísimos más que no podemos, obviamente citar por problemas de espacio).

El poemario podría, muy bien, resumirse con las palabras del querido Comandante Daniel Ortega, Presidente de Nicaragua Sandinista, quien, con ático estilo, arranca su presentación del gran poeta y combatiente revolucionario del que nos hemos ocupado hoy: 

Aquí está Tomás,/ es decir,  Nicaragua-.”

La literatura de Nuestra América tiene una deuda impagable con Marcela Pérez Silva, autora de la recopilación de los textos del comandante sandinista y artista integérrimo que es Tomás Borge. 

En el libro que tenemos entre manos --y que, por cierto debemos leer, no una sino muchas veces-- hay cuatro secciones, que reúnen sus creaciones: la primera, de 1969 a 1970, textos escritos en el exilio; la segunda, de 1972 al 78, aquellos trabajados en las difíciles, dramáticas circunstancias de la prisión, durante la lucha para el derrocamiento de la satrapía de los Somoza; la tercera, 1985 a 1980, cantos en pleno triunfo y consolidación del gobierno sandinista; y 1990 al 2012, los que corresponden a la época que viviera la autora –y musa- de esta recopilación con el querido comandante Tomás Borge, sobre quien, afirmamos, será necesaria una cabal exégesis, para realmente aprehender los mensajes y legados que nos dejara su hasta ahora no muy conocida, pero inexhaustible obra poética.

Entre los mejores estudios, actuales, sobre la poética de TBM están los textos de César Lévano y Arturo Corcuera, amén, por cierto, del lúcido, esclarecedor prólogo de Marco Martos, ex Presidente de la Academia Peruana  de la Lengua.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Gladys Basagoitia Dazza: Un océano de poesía luminosa


Por Winston Orrillo

Poesía/ mi más auténtica/ vocación// letra más letra/
           sílaba más sílaba/ gotas que se vuelven/ un río resplandeciente//
de la intuición a la perseverancia/ oir el reclamo   la emoción/
           las palabras que agujerean/ las duras paredes de la realidad
G.B.D.

El epígrafe que hemos usado para encabezar nuestro comentario a Océano de luz, reciente poemario –edición bilingüe italiano, español-- de Gladys Basagoitia Dazza nos conduce, precisamente, a uno de los ángulos en los que su libro es feraz: el de la búsqueda o prosecución apremiante de una poética, del camino que nos conduce hacia la esencia del poetizar.

Porque, en fin, de lo que se trata es que la poeta busca aprehender ese misterio –ciertamente insoluble- del origen, de la gestación de la palabra lírica.

Veamos cómo esto se repite, verbi gratia, en el siguiente texto: “Con tus ojos poesía”: con tus ojos lo invisible/ se vuelve indubitable/ un aliento/ de grandísima esperanza// ilimitadas extensiones interiores/ vencen/ al limitadísimo cotidiano/ y es urgente/ ineluctable/ iniciar el arriesgado viaje// humildemente/ me sumerjo en el misterio/ para tratar de captar/ los sutiles mensajes/ del grande juego de la vida.

Es ella, pues, la Poesía –e intencionalmente la ponemos con mayúscula- la que, como una Beatriz de Dante, la conduce –lo dice explícitamente- a través del “arriesgado viaje” que pretende llegar allende nuestras naturales limitaciones, a develar, en definitiva, “el misterio…del grande juego de la vida”.

Pero esto no es un mero decir, porque la autenticidad de esta poética la hallamos cuando la autora lo dice, explícitamente, en “Vivir el poema”: me pierdo en el dolor  y/ no sé cómo me reencuentro/ consciente de mi atroz fragilidad// recorro el enigma sin descifrarlo/ vivo el poema antes de escribirlo// ciega/ me entrego a  la luz/ subo/ pero no sé si llegaré a la cima.

Nos encontramos, pues, en lo que sería el non plus ultra de la autenticidad, cuando la autora sabe –y lo dice, lo escribe- que es la Poesía su precisa, perentoria guía, pero, a la vez, nos expresa sus dudas –existenciales- acerca que si ella será, en efecto, por su “atroz fragilidad” capaz de llegar “a la cima”. Pero, en el fondo, esto no importa: lo que sí valoramos, en demasía, es que la autora nos comunica, explícitamente, que vive “el poema antes de escribirlo”, lo que nos lleva, sin duda ninguna, a que, en este libro, la autora nos ha permitido –nos permite- aprehender la esencia de su trabajo creativo; de su persecución de la obra de arte de la palabra.

Otro elemento que no podemos preterir, es el que reconocemos en el primer verso de este poema, cuando la poeta escribe: “me pierdo en el dolor”, lo que nos conduce a las palabras prologales del gran crítico Antonio Melis quien subraya  la presencia de la palabra “luz y de otros términos que pertenecen al mismo campo semántico (sol, reluce, aurora, auroral, radiosa, resplandeciente, luminoso, etc.)”

Sin embargo, y aquí está la clave: “Pero se trata de una luz que nace, paradójicamente, de la sombra., a través de una continua dialéctica de los opuestos.”

Pues “Solo la experiencia profunda del dolor, en efecto, permite gozar con plenitud la realidad recuperada después del eclipse. `Merecer la aurora´es el título significativo de un poema, que subraya el papel activo del sujeto y nos lleva a evocar también la presencia insistente del alba en la cultura peruana del siglo XX: desde el conocido ensayo sobre El alma matinal de José Carlos Mariátegui, hasta el libro `surrealista´ Descubrimiento del alba, de Xavier Abril.”

Lo enunciado por el gran ensayista Melis, nos lleva a transcribir, precisamente, “Merecer la aurora”, poema donde se halla un leitmotiv presente en muchos de los más relevantes textos de este libro singular, publicado por Fara Editore.

Dice aquél: obligada por mi cuerpo/ vivo al día/ sin añoranzas ni lamentos/ tratando que lo torcido/ se vuelva derecho/ espero la luz segura prosigo/ lo sé bien que debo resistir/ y entregarme al sueño/ para merecer la aurora.

El volumen, por momentos, deviene en una suerte de texto que, simple pero por eso mismo grandemente, nos ayuda a vivir. Y su autora “carpa dorada” y, por momentos, “loba desgarrada”, nos ha donado, en verdad, como su propio nombre lo indica, un Océano de luz que nos permite subsistir en medio de las vicisitudes de un mundo que no hemos escogido pero que tenemos que soportar, y trascender.

Lirida paradigmática, con versos como silente infinitesimal la voz del corazón o  en lo profundo del océano te encuentro/ en el precioso índigo…Gladys Basagoitia Dazza ha logrado una madurez espléndida en este libro que, como otros de los suyos, se ha hecho acreedor a numerosos premios internacionales.

Ella es peruana, de profesión bióloga y reside en Perugia, Italia, desde hace varios años. Ha traducido poesía del italiano al español y viceversa. Y viene publicando poemarios desde 1969, así como también narrativa. En el 2005, en Perugia,  editó y tradujo Carta de Música (Centro Documentazione  “Donne del mondo”) con poemas de Rosina Valcárcel, Gloria Mendoza Borda y Ana Berta Vizcarra.

martes, 11 de noviembre de 2014

Rosina Valcárcel reúne su intensa poesía (1966-2013)


La luna/ es negra/ como el amor/ y el amor/ como la mujer
            una simple/ palmada de mano
R.V.
Por Winston Orrillo


La intensa obra creativa de Rosina Valcárcel, que hallamos en Poesía reunida (1966-2013) –Fondo Editorial de Cultura Peruana, Lima, 2014- ciertamente nos desconcierta porque, sápida, sabiamente, sabe combinar el poema breve, como el que hemos citado en el epígrafe, y este otro, bellísimo: “Odette”: en invierno/ duerme en una guitarra; o “Sobrevivir”: 

Cómo sobrevivir a la blasfemia de tus bellos ojos desplomados, con extensas obras maestras, como el poema que dedica a su padre (hay varios) pero me quedo con “Mi padre un círculo rojo”: donde hay versos tan imborrables como aquellos en los que recuerda su deceso: Hoy no puedes partir es Primero de Mayo, Día del Proletariado, natalicio de mamá y mi cumpleaños./ A las pocas horas resucita el elefante herido  y pregunta: -`¿Aún es 1º de Mayo? Vengan pronto ´y nos abraza/ Entre rosas rojas, llantos, suspiros/ Al recuperar mi color siento la tibieza de su niñez oscura/ El tiempo del piano / La transparencia de su piel mora// Solo parte al Olimpo a reunirse con sus camaradas poetas/ Con quienes caminó muy junto y rumbeó largas noches/ Al final fue un gallo rojo.

Por eso se justifica la excelente presentación, hecha desde París, por el no menos relevante poeta Jorge Nájar, quien, entre otros aciertos, señalara: “La voz que habita en esta poesía no es una máscara. Hay detrás la historia que incluye el análisis de los distintos espacios que atraviesa –la familia, los amores, el mundo exterior, sus preocupaciones íntimas-, el testimonio, la expresión estética y sentimental de una generación, junto con la visión de una época. Pero ese habitante, ese yo lírico, no sólo es ella misma. Es también otras personas, otros individuos, otras mujeres…Nacida y crecida en el seno de un círculo militante del asalto al cielo, la autora sabía bien de lo que hablaba. A sus convicciones se sumaba un estilo de vida y una naturaleza que la llevaba a pisar las calles para charlas y escuchar, para gritar y cantar, para exhibirse y ocultarse…”

Qué atinada la caracterización que Jorge hace de Rosina, cuando la llama “cartógrafa de su tiempo, de sus seísmos, de sus catástrofes, de sus objetos, de sus sueños y de sus viajes reales e imaginarios, esta voz que obstinadamente recurre a la primera persona del singular, a un `yo´ que en algunos casos tiene sonoridades masculinas aunque sea la voz de una mujer, no es solo eso. Es eso, claro, más otras emparentadas con las estrategias psicoanalíticas…”
Por eso es tan válida su conclusión. “¿Poesía social? Ni hablar. ¿Poesía sentimental? Ni de vainas. Poesía de la existencia, de la supervivencia. Poesía de la épica cotidiana. Poesía testimonio. Poesía pesadilla. Poesía sueño. Autobiografía. Y la imperiosa presencia del espejo. No está el eco herido de César Vallejo, pero sí está el ángel de Arguedas, nuestro gran Arguedas, enraizado y profundo…Está claro que ese hablante, ese yo lírico, no solo es ella misma. Es también otras…” 

Es lo que él, más adelante, denomina un “  `yo´ mutante, como es el `yo´ de cualquier ser humano, según las circunstancias, según el tiempo. Un `yo´ literario, un `yo´ político, un `yo´ generacional…”

Hace tiempo que no leía una exégesis tan atinada de obra poética alguna como la que ha realizado Jorge Nájar, en su introducción al presente volumen, con el nombre de “La poesía como arma de combate”. Pero anotamos que su título puede parecer limitativo y se queda corto ante la dimensión de su propio estudio, en el que, verbi gratia, hay incursiones como las de señalar el “yo multiplicado” de Rosina, “un `yo´ que a lo largo de años consigue crear una sinfonía de nuestros tiempos, con entonaciones añejas y ultramodernas a la vez. Añádase que muchas veces estamos ante una escritura libre en sus formas y descodificada en sus contenidos…”

Y viene aquí una disquisición sobre la importancia de la música del yaraví  en la poética de la autora y cómo la poeta, “En el nombre de todos ellos, los vivos y los muertos”, levanta su voz y da testimonio de la lucha por la existencia.”

Grande poeta del amor, nuestra RV tiene varios textos de antología, por lo que resulta difícil escoger, mas nos quedamos con uno de los iniciales: “Mariguana amor”: Fue hermoso cómo hicimos el amor/ la última noche,/ parecíamos dos monos chillones/ en su luna de miel/ murmurando sonidos extraños en un vuelo inacabable.// Mis piernas se abrían/ como un valle quieto,/  caminaste en él/ lleno de furia/ y fuiste su mejor habitante”

Aquí, además, relevamos un elemento presente permanentemente en sus mejores textos: lo cotidiano y su componente, sápido y humorístico: “parecíamos dos monos chillones”. Y, apreciamos, en “Fuegos”, el mismo tono: Amor aun cuando no vinieras, / la vida continuaría/ bella y  maldita.

Y, para concluir este rosario de citas –son tantas las bellas tentaciones que debemos ponerles coto. Pero no podemos dejar de insertar sus alusiones a nuestra patria dilacerada, aquella que tanto nos duele, y que se encuentra inmejorablemente viva en el poema “¿Quién duerme ahora?”, dedicado precisamente a esa relevante poeta que es, igualmente, Gloria Mendoza Borda. Aquí leemos Qué sentido tiene dormir  Si al margen de la orilla el país es un pálido animal decapitado ¿Puedes dormir? No…Esa noche ya tiene siglos de haber principiado y nos punzan los ojos y perciben fatiga estos pálidos cuerpos. 

Sin embargo, ajados y enfermos aquí estamos Quién sueña hoy, quién podría dormir Las hierbas secas musitan ¿Los traidores? Si dormitan es pueril su sueño Nuestro insomnio es real, mas no vano Solo velamos la patria alegre que deseamos como herencia para los infantes anónimos de aldeas y pueblos remotos, para los niños que pasan y sonríen, para los que transitan y están mudos, para nuestros hijos y su prole. Nuestro insomnio, entonces, es utópico. La cámara no miente Nuestro desvelo infringe  Contra los que tienen visión perversa  Contra los que están cavando su propia tumba extendemos el eco de nuestra guitarra al hombro. Reparemos en ese final estético: todo lo hacemos pero con  “el eco de nuestra guitarra al hombro”.

Niñez, juventud, padre, madre, hermanos, compañeros, camaradas –preseas los textos dedicados a Fidel, a Juan Pablo Chang, a los dos Victors: Jara y al 6 de Abril, de VPC.; colegas de las generaciones literarias, culto a la amistad impertérrita, realismo y surrealismo, Rosina, en cerca de diez libros, se nos da entera: con la razón y la locura, con la paz y con la guerra, con el amor y el desamor, con la ironía y el desenfado, con la música –siempre la música- y el culto al silencio reverente y desasosegado y la defensa permanente de los que Dostoievski llamara los “humillados y ofendidos”; “los de abajo” de Mariano Azuela o los “pobres de la tierra” de Martí y Mariátegui. 

No hallo mejor forma de concluir esta reseña que con una cita de uno de sus más entrañables poemas de hace 47 años (de Sendas del bosque,. La Rama Florida, Lima, 1966), y que nos dice tanto como lo que hemos –inútilmente, por cierto- intentado resumir con nuestras bastas palabras: 

“La morada”: Ante el amor/ mi voluntad se inclina./ No hallo eternidad ni paz/ fuera de este camino.

Doctora en antropología por la Primera Universidad de América, San Marcos, donde fuera catedrática principal, periodista combativa y combatiente, con obra traducida y múltiplemente galardonada, ella es una de las voces insubstituibles de la poesía que se hace en el Perú de hogaño y per saecula saeculorum.

jueves, 16 de octubre de 2014

Celina Cámpora revelación de la poesía



Por Winston Orrillo

Qué otra posible manera
             de desnudez adopto
para repartir mis cruces
para revelar
la imagen inexplorada..”
                             C.C.


Celina Cámpora es una relevante poeta argentina que estuvo afincada entre nosotros y que, profesora de Castellano, Literatura y Latín, realizara estudios complementarios de su especialidad, en España,  nada menos que con Carlos Bousoño, en su internacionalmente conocido curso de Teoría de la Expresión poética, lo que le sirvió, asimismo, para entregarnos verdaderas preseas literarias como “Revelación de la palabra –ediciones Arte/Reda- y, entre otros, “Presagios del Escampe”, prologados por dos voces emblemáticas de nuestra lírica: el primero, por Arturo Corcuera; y el segundo, por Antonio Cisneros.

En ambos volúmenes lo que se nota es, de entrada la lid de la autora por la expresión, el combate denodado de/en su obra por entregarnos, configurada en el poema, su raigal personalidad, su vera efigie integral, humanísima.

Así, en Revelación de la palabra, ella nos hace una verdadera autoscopia, al manifestarnos, en su texto “Cansada” “Cansada de ninguna respuesta/ aquí estoy/ acompañada de una sombra/ sin ver un manantial/ donde apaciguar la sed.// Qué otra posible manera/ de desnudez adopto/ para repartir mis cruces/ para revelar/ la imagen inexplorada // Cómo insertar la Soledad/ en la Gran Soledad/ y deshacerme/ de tanta Soledad inacabable”.

El dolor, la soledad existencial son tópicos que la autora exorciza mediante sus versos, mediante su palabra poética, que es utilizada como un ariete, como una adarga para continuar su marcha por la vida y sus vicisitudes: “Enséñame a tranquilizar/ a todas aquellas que fui / y a la que hoy/ las sobrevive…// Soy una vez más Ésa/ que noche tras noche/ dibuja madrugadas/ esperándolo // Y / Él/ Una vez Más/ no llega a tiempo”.

Si alguien quisiera tipificar a esta poética, le podría poner el rótulo de “existencialista”, por esa constante sensación de abandono, de “ser arrojado en el mundo” que vibra en sus versos tremantes: 

Nadie fuera de mí/ nadie adentro/ desde que salí/ del vientre de mi madre/ estoy a la intemperie”.

El gran poeta Arturo Corcuera dice en sus palabras prologales: “yo siento que en la poesía  de Celina habita una gran soledad y al desamparo de esa soledad su voz cobra el estremecimiento de una auténtica poesía”.

Pero lo importante, la clave es que todas estas anfractuosidades existenciales de Celina, nos conducen a esa suerte de poesía suya que deviene en una revelación: así, vemos que
  
  “se desborda la palabra/ y desemboca/ en mí como océanos// coro de incesantes sonidos/ donde las certezas se dilatan//. Y, por eso, con justicia, puede preguntarse: “¿quién me ausentó/ de mí/ por temor a hallarme transfigurada en el Verbo’// La palabra se desangra/ en deslumbrantes colores/ y estalla/ en síndromes/ de incandescencias extrañas”. Y concluye con una sibilina insinuación sobre el amor y la poesía: “¿quién enmudeció/ mis voces/ para hacer del amor/ esta ausencia de mí?”

Poesía de revelaciones continuas, sintomáticas, la de Celina Cámpora, madura en su juventud, es clarísima en su búsqueda del arte, que no es otro tema sino el único camino para la existencia de la poeta: “¿Dónde estás, vida/ para lanzarme a tus brazos?”

Poesía, que, como toda la gran creación araña la metafísica y, para su otro libro “Presagios del escampe”, le hace decir, en sus palabras prologales, al querido y grande Antonio Cisneros, que “su título es todo un símbolo que acompaña a la autora en buena parte de su jornada poética.” Porque “ El escampe es el fin de las lluvias, la noche y el dolor de la borrasca, y el despertar del sol”: de ese sol que alumbra, que ilumina una obra lírica que, obsesivamente, es un intento de presentarse como sujeto de un caos, que no es otro que la vida: “huelo a polvo/ a sudores/ a furia agazapada/ a tupidas garúas// a un invierno hambriento/ que gobierna los latidos// es inútil/ querer imponerle/ límites al deseo//nadie nace antes de tiempo”.

Poesía que es, asimismo, sabiduría, ingreso a aquello que el renombrado Heidegger decía que caracterizaba a la gran obra de arte de la palabra.

Celina muere reiteradamente entre sus versos dilacerados: “la que se cansó de ver lo que nunca debió ver y terminó  intimidando y destruyendo los últimos nexos que la unían a la vida y paradójicamente la condujeron a la muerte: el pensamiento y el lenguaje”.

ah irrespetuosa mujer/ el límite no es el cielo o la tierra/ tampoco el mar// demasiado tarde te diste cuenta/ de que// cruzaste las fronteras para nada..”

Como lo dice “Toño” Cisneros, “Celina Cámpora creadora y alarife, navega como pocos en esa intensidad que proviene de los ritos del verbo. No por gusto el poemario es presidido por una cita clave del maestro Roberto Juarroz”

Y en efecto, notamos un aura familiar con los versos de Juarroz, con su desparpajo existencial, con su profundidad a toda prueba, con su afán por la desmitificación cotidiana, siempre en busca de la nuez de la vida, que, no pocas veces, se halla en los linderos de la muerte, a la que la poesía conoce de memoria.

Celina figura en numerosas antologías de la poesía de Nuestra América y prosigue su incesante, incoercible, asedio a la vida, fuente y destino de toda creación que se respete a sí misma: “ese elíptico crujir/ de estrellas en el suelo// presagian el final del escampe/ la mujer reposa// en las llamas// y es solo mármol blanco estremeciendo el viento”.

martes, 7 de octubre de 2014

Tania Temoche: Delirios poéticos


Por Winston Orrillo


        “Ser poeta ahora necesita de una especialización, de un rigor
         interno, de una voluntad férrea. Y eso es precisamente lo que está
        buscando Tania Temoche con Delirios, el manojo de poemas que
       tiene usted en sus manos para satisfacer la curiosidad o para deleite
       de una lectura poética”.
                                     Marco Martos


El primer sorprendido fui yo: cuando esperaba que Tania editara una selección de sus estupendos artículos y reportajes, me entero que no, que su impostergable vocación de lirida la había llevado a debutar, en el mundo de los éditos, nada menos que con un poemario, y de paso, con un título sintomático: Delirios (Hipocampo editores).

Agradable noticia porque confirma lo que hace poco había leído nada menos que en Fernando Pessoa: que para redactar bien –reportajes, artículos, prosa en general- era necesario ser poeta, porque la poesía, en principio, enseña a escribir.

Y, en efecto, ella, Tania, publica, para no atropellarse a sí misma, una opera prima en la que, en principio, paga las deudas que todos debemos cancelar: con los temas del hogar, con el reconocimiento a la saga familiar, con el tributo a nuestros vástagos, con la defensa de la vida –tan aviesamente amenazada hogaño.

Y, así, encontramos trémulos textos como los dedicados a su padre, a los recuerdos de infancia y adolescencia, a su hija, a sus hijos, a la infancia (dilacerada) de Palestina, pero también a la nuestra; así como su denuncia de crímenes muy recientes –secuestros y asesinatos en La Cantuta. También poemas dedicados a la pintura, a la música, con lo que nos revela esa –hoy necesaria—integración  de la sensibilidad de un artista que aspira a no marginar ninguno de los mecanismos expresivos, estéticos (recuerdo mi propio libro sobre Vallejo periodista, en el que analizo la visión perspicua de nuestro gran bardo, al escribir, igualmente, sobre música, pintura, cine, amén, por cierto, de  sus consabidas críticas literarias).

Pero Tania, y esto quiero subrayarlo, combina, sabiamente, un lenguaje coloquial –lo que torna su poesía muy comunicativa—con las metáforas plenas del bardo, como en su texto “Etéreo”, en el que hay imágenes tan eficaces, como las de aquel impecable arranque: “Me duelen las uñas/ de tanto rasgar su sombra”… Y ese remate antologable: “cansada sobre mi lecho/ escucho el rumor del mar/ viendo a las olas golpear/ el amanecer// ¡y el espejo ya ni siquiera me mira!

El poemario avanza y avanza hacia lo que podríamos llamar una autoscopia de Tania: ese penetrar en sí misma, después de haber “pagado” las deudas ya señaladas, lo que se advierte, precisamente,  en el poema llamado “Delirio”, que podríamos llamar un retrato de ella misma, al decirnos, diáfana y sin tapujos: “Soy mar y tempestad/ ven/ nada/ flota/ naufraga sobre mi vientre/ reposa guerrero/ en la balsa/ de mi mundo/ mágico/ torbellino de conjuros/ y sueños…” Para terminar con un verso sintomático: “Yo soy la marea y el tifón”.

Y, en efecto, ella misma es la marea y el tifón, por lo que, desde aquí, ya no hay camino de vuelta.

La poeta nos lleva, pues, de la mano de sus versos fulmíneos, con lo que nos introduce en su mundo de imágenes, alucinaciones y textos entrañables como “Una picaflor”, que es uno de los autorretratos más cabales que hemos hallado en las escritoras de hogaño: “Solo soy/ una mujer picaflor/ que siempre quiere/ beber de tus aguas/ confundirme una noche/ en tu curtida piel/ enredarme con tu aliento.//¡No pidas más!/ no me encarceles/ en los laberintos/ de tus esdrújulos”

Remate soberbio, como soberbio es, también, su “Elogio a Eros”, poema emblemático que, a partir de ahora, no podrá faltar en cualesquiera de las antologías que, especialmente, de la poesía hecha por mujeres (y de toda la poesía, en general) se vayan a publicar.

Tania, a pesar de haber nacido en Lima, es de indubitable origen amazónico, y ello es concomitante con la riquísima sensualidad de sus versos y esa suerte de hiperestesia que nimba toda su poesía, en la que abundan los sabores, los olores, los calores y colores, los ruidos y,  en general, todo ese mundo “humano, demasiado humano” (Nietzsche dixit) que caracteriza a los seres del bienamado Oriente peruano.

Tania es periodista profesional graduada en la Universidad Jaime Bausate y Meza, tiene un Diplomado en Gestión de Empresas e Iniciativas Culturales por la PUCP, pero, a partir de Delirios, y a pesar de su infatigable trabajo en publicaciones y revistas culturales, ya la tenemos, alineada, por derecho propio, en el mundo de la creación lírica. Lo que, por cierto, no obsta para que aguardemos –con viva ansiedad-- publique una selección de su paradigmático trabajo periodístico.

martes, 23 de septiembre de 2014

José Luis Díaz-Granados: Cronipoemas de La Habana


Por Winston Orrillo


Cuba es una mina de cultura, un rico yacimiento de ideas, la más grande cantera de conocimientos existente en el planeta;  y todo ello se encuentra en continuo movimiento progresivo a favor del ser humano, de la vida, del bien común, del porvenir de miles de millones de hombres y mujeres, niños y ancianos a lo largo y ancho de un orbe donde imperan el odio, la intolerancia la ignorancia y la violencia

                                    JLD-G

Poeta excelso, narrador sapiente y periodista perspicuo, José Luis Díaz-Granados (1946), es uno de los valores de su patria, la misma de Gabriel García Márquez (del que,  por otro lado, es primo), y, desde los 22 años en que publicara su primer poemario, “El laberinto”, con el que obtuvo el codiciado Premio “Carabela”, de Barcelona (1968), ha escrito –y editado-  novela, periodismo y numerosos ensayos literarios, que han consolidado su fama inexhaustible.

Su novela “Las puertas del infierno” (1986) fue finalista en el importante Premio “Rómulo Gallegos”; y él, como si no le bastara la multívoca creación, ha desempeñado cargos como los de Presidente de la Casa Colombiana de Solidaridad con los pueblos, y Presidente de la UNE: Unión Nacional de Escritores. Ha ganado el Premio Nacional de Periodismo de su país y el Premio Nacional de Novela, con “Aniversario Ciudad Pereira”. Asimismo, ha publicado libros para niños, y, en el reciente 2008, fue el Poeta Homenajeado en el XVI Festival Internacional de Poesía de Bogotá,

Pero, sobre todo, él es uno de esos autores raigales, necesarios por su compromiso militante con la cultura, con el hombre, con la salvación del destino humano, hoy amenazado por la barbarie a la que nos está conduciendo el irracional neoliberalismo.

El precio de su militancia lo pagó, era natural, con el exilio político –tenía varias amenazas de muerte en su nada pacífico país- que cumpliera en la patria de José Martí, entre el 2000 y el 2005, y del que salieran varios libros, uno de los cuales es el que reseñaremos ahora, y que se titula “La Habana soñada y vivida”, conjunto de crónicas que, por momentos, nos conducen a su vena lírica intrínseca (hace poco comentamos uno de sus libros que conmemoraba sus 40 años de ejercicio poético); de allí el título de este artículo.

Y lo llamamos Cronipoemas porque, a partir de saber que la crónica es el más literario de los géneros periodísticos, en el caso de JLD-G varias de ellas son en realidad casi poemas en prosa, como las que dedica a los pioneros de Cuba, a José Martí, a los ojos de la mujer cubana, a Fidel,  al Che, a Alicia Alonso o a Nicolás Guillén, entre otras.

Este libro nos lleva de la mano –de la mano del alma- a través de las calles y callejuelas de la capital de Cuba (en especial de La Habana Vieja), en la búsqueda de sus bares paradigmáticos; nos sumerge en paisajes que son pura poesía –en especial esos amaneceres, que tanto admirara Hemingway; es decir, nos permite encuentros con personajes, vividos y soñados, y sus páginas estremecen con el mismo choque eléctrico que las mejores metáforas e imágenes de todas las literaturas, máxime porque, en ésta, no hay palabra desperdiciada y cada una de ellas hace alusión al destino del hombre, a su combate inagotable por el futuro.

Ejemplo inmejorable de lo que afirmamos, es la crónica “Flor de Flores de Cuba”, donde descubrimos que la más bella, la más impertérrita flor que nos da el Primer Territorio Libre en América, es nada menos que la relevante presencia de sus niños: “ese jardín jubiloso y permanente de sus pioneros”, que resulta ser

“la más apreciada cosecha de sonrisas y de talentos prodigiosos. El asombro no solo mío sino ya universal, al admirar a estos niños con sus trajes rojo-vino-tinto, sus camisas blancas y sus pañoletas azules y rojas, caminando por calles y carreteras, saliendo y entrando a las escuelas, en guaguas, camiones y bicicletas, con sus padres y abuelos, es un presente delirante y lleno de emociones.

Esa flor de flores que asegura la eternidad de la Revolución Cubana es una fortaleza de pétalos de acero que vibra en defensa de la soberanía de la patria. ¿Quién no se ha conmovido escuchando a una niña de tercer grado, expresando de manera espontánea su conocimiento de la problemática actual del mundo? ¡O con su fe en el futuro de la humanidad al niño de apenas 6, 7 u 8 años, que nos da certeras lecciones de historia de la Isla! Niños hermosos y valientes, con sus mejillas bermejas o con sus pecas rubias, sus ojos castaños o verdes, su rostro negro, mulato, mestizo, trigueño, o su mirada china, vocalizando con exactitud, las palabras con las cuales señalan los flagrantes pecados del imperialismo y las certeras victorias del pueblo revolucionario, unido ante sus logros y sus convicciones.

Flor de pioneros, esta es la mayor riqueza de la Revolución victoriosa en el nuevo milenio. Sus voces, sus actitudes, sus ideales, son el orgullo no solo de Cuba, sino del género humano, son la esperanza de todos los desposeídos y oprimidos de la tierra, el soplo feliz que estimula las fuerzas de quienes luchan por sus derechos en el Tercer Mundo.

Granados junto a su primo G.García Márquez, relación de la cual nunca hizo ostentación.

Ante todos los niños de Cuba, este cronista colombiano se inclina con respeto y con amor, porque en ellos está vivo y encarnado el pensamiento puro de Martí, de Maceo, del Che, de Fidel”

No olvidemos que el Apóstol dijo que los niños son “la esperanza del mundo”... Y entonces, habría que recordar a los niños de nuestras repúblicas obscuras: la última escala de la explotación, a los cuales es posible verlos, mendicantes, en las esquinas o al pie de los automóviles o de las lujosas 4x4, producto, mayormente, de la corrupción de nuestros regímenes del alegre neoliberalismo.

Nos podría bastar con esta larga, explícita y necesaria cita, para saber qué terreno pisamos.

Pero el libro tiene más, muchos más: nos conduce a la habanera y multitudinaria Feria del Libro, al gran Museo Nacional, al inconsútil Ballet Nacional de Cuba, al Barrio Chino, a visitar las obras de los penates de la literatura de ese país hermano, como, el primerísimo de ellos, el poeta y Héroe Nacional, conocido como El Apóstol, José Martí;  Alejo Carpentier, Nicolás Guillén, Dulce María Loynaz, Loló de la Torriente, Manuel Navarro Luna,  Fernández Retamar, Eliseo Diego, Pablo Armando Fernández, Luis Suardíaz, Abel Prieto, entre varios otros.  Y a darnos una grata vuelta por la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, y su Escuela Internacional de Cine y  Televisión de San Antonio de los Baños.

Lo importante es que el autor tiene conciencia, y sabe transmitírnosla en sus cronipoemas, que todo esto es producto de una Revolución, y por eso los elogios a Fidel y al Sistema socialista son el punto de partida de todo. Y, asimismo, el de arribo.

No tendríamos cuándo acabar, y prefiero hacerlo con una frase del propio autor:

“Ah, La Habana, ¡Ciudad divina y humana! ¡Ciudad eterna!"